El miedo de Cervantes
Es a mi juicio el miedo al fracaso lo que explica que Cervantes tardara diez años en publicar la segunda parte del Quijote, aunque, por otro lado, se aprovechara del éxito obtenido y eso le permitiera dar a la imprenta textos terminados, que, de otro modo, tal vez le hubiera sido más difícil publicar. Me refiero a las Novelas ejemplares, aparecidas en 1613, y a las Ocho comedias y ocho entremeses nuevos, en 1615. Precisamente en el prólogo de las Novelas ejemplares anuncia que saldrá en breve la segunda parte del Quijote: “primero verás, y con brevedad, dilatadas las hazañas de don Quijote y donaires de Sancho Panza”. Sin embargo, tendrán que pasar todavía dos años para que la obra llegue a los lectores. ¿Qué ocurre durante ese tiempo? En el verano de 1614, algo que hará cambiar los planes del escritor que, por fin, durante aquel caluroso agosto había decidido, al parecer, encerrarse y terminar de una vez por todas la novela, harto de que su editor se la pidiera. Algunas veces, en situación semejante —de Cervantes abajo todos los escritores la hemos padecido—, me lo he imaginado “la mano en la mejilla, la pluma en la oreja” esperando que llegue la inspiración que de pronto ha roto un acontecimiento a todas luces inesperado: la publicación en Tarragona de otro Quijote, el apócrifo del malaentraña de Avellaneda. La aparición de esa continuación ajena pone a Cervantes de un humor de perros. Parecido malhumor tiene Robles, el impresor editor, que considera que el texto de Avellaneda puede mermar las ventas del de Cervantes. Es fácil suponer sus indignadas conversaciones y, pese a todo, la obsesiva insistencia del editor que no va a quedarse tranquilo hasta que el autor continúe a buen ritmo, aunque tenga que rehacer lo escrito. Necesitará buscar otra ciudad que no sea Zaragoza a donde ha ido el falso Quijote, imaginar otras aventuras, trazar otro itinerario.
Cervantes está cansado, anda mal de salud y los años le pesan. Por eso, en vez de imaginar, le resulta mucho más fácil recordar, que requiere menos esfuerzo ¿Y qué recuerda? Recuerda los días luminosos de su juventud cuando pasó por una ciudad mediterránea que además estaba en fiestas, en la que pudo sentirse feliz. Recuerda, en consecuencia, Barcelona. Los episodios catalanes surgen con una enorme facilidad. En otros textos, en La Galatea, en Las dos doncellas ya se había referido a dos temas candentes, el bandolerismo y el corso que, paradójicamente, le sirven en la segunda parte para conjurar sus miedos y terminar la novela.