Crimen y falsedades
El asesinato de Laura Olvido
Jorge Eduardo Benavides
Alianza
328 páginas | 18 euros
Jorge Eduardo Benavides es un autor que inspira confianza previa. Uno tiene la seguridad de que un libro suyo nuevo se asomará con mirada inquisitiva al mundo, ofrecerá interés anecdótico y estará bien escrito y construido. En fin, se le podría comprar un coche de segunda mano con total tranquilidad. Esas condiciones preliminares se cumplen al máximo en El asesinato de Laura Olvido.
El propio título anuncia su pertenencia al género criminal. El primer logro de Benavides es forjar un investigador con personalidad propia. Se trata de un expolicía, peruano como su creador y con raíces vascas, Larrazabal, alias “Colorado”, refugiado en Madrid por haber combatido la corrupción en su patria; un tipo talludo, tranquilo, humilde, tenaz y un punto desvalido; en fin, alguien nada aparatoso, un anti 007 concebido para empatizar con el lector. Toda la peripecia novelesca está pensada, además, para que nos resulte cercana. La recompensa que obtendrá el detective si resuelve favorablemente su investigación muestra el cuidado que pone el autor en aproximarla a la vida corriente: recibirá en propiedad el pequeño apartamento cuyo alquiler a duras penas consigue pagar por su situación laboral precaria.
Al igual que pasa en otros relatos de intriga, Benavides acompaña a su detective de un disimulado Dr. Watson que supera el esquema automático del ayudante en las pesquisas delictivas porque lo adorna con rasgos originales. Tal papel tiene una jovencita marroquí, Fátima, con quien Colorado trenza una emotiva relación sentimental. El color negro de la piel del detective, el origen étnico y religioso de la chica y el medio en el que ambos viven y donde se sitúa buena parte de la anécdota, el multicultural barrio madrileño de Lavapiés, añaden un discreto plus de actualidad al libro, un aliciente más de una historia comunicativa.
También cuida Benavides con esmero la trama criminal, que mantiene la incertidumbre hasta las últimas páginas. Incluso refuerza la intriga principal añadiéndole un segundo asunto delictivo complementario, acaso por dar cierta variedad al relato, un tanto en la línea lopesca de evitar la unidad de acción rígida con otra golosina anecdótica. El caso central que ocupa a Larrazabal es el asesinato de una agresiva agente literaria, Laura Olivo, del que todos los indicios culpabilizan a su amante Lucía. Benavides dispone con mucha habilidad una tupida red de apariencias que forma un ingenioso embrollo de sospechas.
El oficio de la asesinada brinda una materia muy jugosa para un lector común ajeno al mundillo de la literatura y del libro: la vanidad de los autores, plagios, chanchullos editoriales, guerras africanas entre intermediarios o la codicia económica. Benavides inventa datos imaginarios algo extremados pero el cameo en la novela del chileno Jorge Edwards les da un barniz suficiente de verosimilitud. También hay un gran guiño para gente letrada: un inédito de Marcelo Chiriboga —escritor apócrifo ecuatoriano del boom de quien José Donoso y Carlos Fuentes hablaron en varias obras— resulta fundamental en la trama.
El culturalismo abundante de la novela no supone pedantería ni exhibicionismo. Tratado de forma humorística, se convierte en un componente adicional y enriquecedor de una historia de falsedades. Bajo las mentiras, Benavides presenta un amplio vistazo sobre el alma que abarca muchas malas pasiones y algunas dosis de bondad. Todo ello forma parte de una aproximación a la naturaleza humana atrayente y amena, y que se lee con auténtico placer.