El rock de la infelicidad
Noche que te vas, dame la mano
Mario de los Santos
Candaya
304 páginas | 18 euros
La relación entre el rock y la literatura siempre fue intensa, aunque son más los escritores que hacen referencias a canciones en sus obras que no al revés. Pero no es menos cierto que grandes grupos —Iron Miden, The Cure, Metallica o Radiohead, entre otros muchos— compusieron algunas de sus canciones a partir de la inspiración obtenida de la lectura de grandes obras literarias. Baste con recordar “The Sign of the Cross” (Iron Maiden) y su relación con El nombre de la rosa o “How Beautiful You Are”(Radiohead), basada en Los ojos de los pobres, de Baudelaire.
Noche que te vas, dame la mano, publicada en Candaya, además del título de la última novela del zaragozano Mario de los Santos (Zaragoza, 1977), es un verso de Alejandra Pizarnik, la poeta argentina que se suicidó en 1972 y el estribillo de una canción de Los Suaves, la banda de hard rock que se disolvió en 2014. Ambas referencias nos hablan del lado oscuro de la vida, de la culpa, fundada o no, que nos persigue como destino fatal. Cuando la vida te va bien, no la cuentas ni la cantas ni la escribes.
De los Santos nos entrega en esta novela la historia de cuatro personajes infelices, incapaces de gestionar una solución airosa a la desgracia: una novicia internada en un convento de clausura zaragozano que, para obtener fondos para su comunidad, hace porno a través de streaming; un hombre acusado por su ex mujer de abusar de su hija; una mujer mortalmente enferma de cáncer que sabe que su marido la engaña; un joven policía que investiga una serie de asesinatos. Y es que Noche que te vas… tiene mucho de novela negra. Es este investigador, Salgado, el personaje menos logrado, el de menor hondura, el recurso un tanto forzado para concluir la trama. Estos cuatro personajes comparten un territorio anímico desolado, en el que todo aquello que podría haber supuesto una tabla de salvación ha sido expulsado o ha huido. No es un relato pesimista, sino trágico: estas criaturas son inevitablemente trágicas, fueron, a su pesar, señaladas por la desgracia.
Y, en toda la novela, como música ambiental de la infelicidad, están las canciones de Los Suaves, que juegan un papel predominante no solo en la historia, sino en la escritura.
Noche que te vas, dame la mano transcurre en una Zaragoza, cercana a una exposición universal, donde se desata la especulación. Pero no es eso lo que interesa al novelista, que se centra en sus cuatro personajes y en su entorno más inmediato. El escenario es una excusa para situar la realidad de aquellos a los que la vida se les ha complicado hasta el punto de que se muestran incapaces de volver a tomar sus riendas. Casi, podría decirse, actores en una obra en donde el coro griego es sustituido por Los Suaves, que le ponen voz a lo inevitable.
Pero una novela no es nunca una canción. La constante referencia a la música de ese grupo le añade virtudes al libro y crea una atmósfera especial y sugestiva, a menudo trepidante, pero también explica una vocación explícita de malditismo, el intento muchas veces forzado de frases definitivas, la búsqueda de sentencias y la pretensión de un ritmo más rockero que literario. Sin embargo, no pensemos que ello le resta mérito a una novela muy atractiva para el lector, de lectura fácil y entretenida, que nos habla de un escritor joven con muchas posibilidades. No es Noche que te vas, dame la mano una obra redonda —si es que tal cosa existe—, pero sí que permite vislumbrar un gran talento narrativo, un mundo al que todavía le falta perfilarse pero que se muestra muy sugerente en esta entrega.