Una modernidad desplazada
Aunque no siempre se le ha reconocido, Galdós, padre de Clarín y a la vez de Buñuel, estuvo en el origen de los cambios de la mirada sobre la realidad española
La historia de la literatura española, pero también la crítica y un cierto carácter acomodaticio de ambas a los tópicos, no ha colaborado siempre en la consideración del valor de Benito Pérez Galdós, al que resulta difícil reconocer una modernidad que su obra tiene de raíz, pero que se vio desplazada por una serie de circunstancias que han jugado en su contra, y que convendría revisar. Ya Luis Cernuda, que fue ensayista literario y lector perspicaz, a la altura nada menos que de 1954, protestaba por lo que él creía una incomprensión para con la obra del canario. Escribió Cernuda: “Baste con indicar cómo entonces y ahora se le solía y se le suele comparar, a él, no solo con Valera, sino con Pereda. Se diría que aún no han nacido sus lectores verdaderos, y puesto que va transcurrido largo espacio de tiempo desde la composición y publicación de sus obras […] sin que dichos lectores aparecieran […] hay poca probabilidad de que aparezcan nunca”. Tal pesimismo cernudiano parece excesivo, pero retrata bien una realidad, que el resto del ensayo de Cernuda apuntala: Galdós era visto como un escritor más cercano a Balzac que, como le parece a Cernuda que debería ser, a Dostoievski, es decir mirando más hacia el realismo que hacia el simbolismo.Otro escritor moderno, también del 27, como Cernuda, fue vindicador muy temprano del genio de Galdós. Me estoy refiriendo a Francisco Ayala, quien fue renovador del lenguaje narrativo en la primera mitad del siglo XX. No resulta difícil entender, mirado desde el cervantismo radical que posee la novela de Galdós, que Francisco Ayala, gran continuador de Cervantes, apreciase su obra por encima de la de los novelistas del XIX contemporáneos. No se trata solo de cervantismo (aunque cervantismo y modernidad van unidos); Ayala se detiene en un detalle no menor de la poética galdosiana, expuesta en su famoso discurso de ingreso en la Real Academia titulado “La sociedad presente como materia novelable”. Allí plantea que el reto no es el del realismo entendido en su sentido positivista de reproducción de los hechos, sino la manera como, según escribe Galdós, se ofrece: “La imagen de la vida en la Novela, y el arte de componerla estriba en reproducir los caracteres humanos. Las pasiones, las debilidades, lo grande y lo pequeño, las almas y las fisonomías, todo lo espiritual y lo físico que nos constituye y nos rodea…”.
No resulta difícil entender, mirado desde el cervantismo radical que posee la novela de Galdós, que Francisco Ayala, gran continuador de Cervantes, apreciase su obra por encima de la de los novelistas del xix contemporáneos Quizá por eso haya que poner juntos este discurso y el prólogo que Benito Pérez Galdós escribió para significar la importancia de La Regenta de Leopoldo Alas, ‘Clarín’. El decidido apoyo que Galdós diera a Clarín estribaba en que no lo veía, según ese prólogo advierte, como un naturalista sin más, sino como ejemplar de lo que llama naturalismo restaurado, que no es otro que el que sugiere, bajo la forma concisa del símbolo, que la realidad reproducida apunta a una realidad más alta y de mayor alcance. “Si no fuera un abuso —apunta Galdós— el descubrir y revelar simbolismos en toda obra de arte, diría que Fermín de Pas es más que un clérigo: es el estado eclesiástico”.Donde otros dicen realidad como objeto de la novela, Galdós escribe vida para significar que las pasiones humanas y la interioridad de las vivencias forman parte principal de la mirada del artista. Donde otros miran lo social como escenario, Galdós subraya la mirada simbólica, que trasciende en imagen.
No solo fueron Cernuda y Ayala, dos modernos del 27. Le acompañaron otros estudiosos del exilio. Una pregunta fundamental radica en la necesidad de explicar las causas por las que Galdós fue el escritor más valorado por los exiliados republicanos, principalmente en el hispanismo norteamericano. Tanto Joaquín Casalduero y José Fernández Montesinos, que se educaron en la Institución Libre de Enseñanza y eran pidalianos, como luego Ricardo Gullón y Rodolfo Cardona, afianzaron una de las ramas más importantes del hispanismo desarrollado en Estados Unidos, donde todavía pervive la revista científica Anales Galdosianos, fundada en 1962 por Cardona, publicada en la Boston University y órgano de la Asociación Internacional de Galdosistas, dedicada íntegramente al estudio de la obra de Galdós, con eminentes profesores posteriores como John Kronik o Jo Labanyi. Quien mejor lo explicó fue Ángel del Río, catedrático de la Columbia University y autor de una Historia de la literatura española publicada en Nueva York en 1962, en la que se formaron generaciones de estudiantes norteamericanos. Sostiene Ángel del Río: “Con la obra de Galdós sale la novela española de las limitaciones que tiene en la mayoría de sus contemporáneos, escritores monocordes; regionalismo, realismo superficial, dogmatismo. Hasta el psicologismo de Valera aparece superficial y artificioso comparado con la riqueza de la observación psicológica y moral —estudio de los móviles de la conducta— que hay en el mundo novelesco galdosiano”; pasa luego Ángel del Río a ponderar el valor de integración de Galdós para el conocimiento de la cultura de los españoles a quienes ha retratado en una complejidad vital, sin dogmatismos. Escribe en 1962: “Galdós no predica, descubre el espíritu en la realidad misma, llegó a ver la vida con unos ideales claros extraídos de la fe liberal de su tiempo. La esencia de su pensamiento y de su arte es la comprensión, la tolerancia, el amor, único terreno en el que él creía posible la conciliación de las fuerzas que luchaban en España, y que en el fondo luchan en las sociedades modernas hechas de egoísmos humanos agravados por nuevos fanatismos…”.
Quizá si como había querido Pedro Salinas, hubiésemos tenido entre nosotros el horizonte de un ‘Modernism’ aglutinador que no significase brecha con el 98, habríamos sabido entender a Galdós mejor de lo que lo hemos hechoNo me es posible entrar en las causas de por qué en España hemos estado muchas veces más ciegos o ajenos a la ponderación de la modernidad de Galdós. Que hayan sido los miembros del 27 quienes más han insistido en ella, me da una pista. Creo que tiene que ver con la profunda brecha que en la historiografía literaria abrió la Generación del 98. Toda la modernidad se cifró en ella. Y Galdós quedó de otro lado. Quizá si como había querido Pedro Salinas, y también Ricardo Gullón, hubiésemos tenido entre nosotros el horizonte de un modernism aglutinador que no significase brecha con el 98, habríamos sabido entender a Galdós mejor de lo que lo hemos hecho. Con el triunfo del experimentalismo narrativo de los años sesenta, incluso con anecdóticos y algo facilones desapegos como el de Juan Benet, Galdós quedó formando parte de otro lado, de una esfera superada, de una foto de abuelo. Pero fue padre de Clarín y a la vez de Buñuel, estuvo en el origen de los cambios de la mirada sobre la realidad española.Bastará leer hoy tanto la serie cuarta de los Episodios Nacionales, que me parece la mejor de todo el friso, como la novela La desheredada publicada en 1881, que comparte familia con Fortunata y Jacinta, pues formó con ella el ciclo denominado Novelas españolas contemporáneas. Así como Fortunata y Jacinta encierra lo mejor de un Galdós atento a la vida de las gentes a partir de cómo hablan y se comportan y mueven en el Madrid de su tiempo, escudriñando la fisonomía de los personajes novelescos, vistos en su dimensión más humana y vital, La desheredada alcanza a conectar con la renovación del lenguaje narrativo que estaba llevando a cabo Dostoievski al dar entrada al discurso interior, privilegio mayor de la novela que se abrió a la vida de la conciencia de los personajes, dicha desde ellos. Isidora inaugura una de esas grandes estirpes de personajes femeninos que por su dimensión soñadora, en el ejercicio de su libertad de conciencia, van más allá del naturalismo zolesco del que habían nacido. Galdós no quedó en el xix; su obra miraba hacia nosotros, lectores del xxi, que podemos recuperarlo. Causará sorpresa a muchos.