“En Cervantes he encontrado siempre lo que andaba buscando, pues en su obra está todo”
Sin perder de vista el placer del texto, el nuevo libro de Aurora Egido analiza multitud de detalles reveladores que iluminan el conjunto de la obra cervantina
Fruto de su profunda familiaridad con el universo cervantino, el nuevo libro de Aurora Egido recopila dieciocho esclarecedores estudios que abordan la figura y la obra del inventor de la novela moderna. Publicado por la Fundación José Manuel Lara, Por el gusto de leer a Cervantes contiene cinco secciones que tratan del ingenioso escritor alcalaíno y de distintos aspectos referidos a La Galatea, el Quijote, las Novelas ejemplares y el Persiles. Especialista en los Siglos de Oro y actual Secretaria de la RAE, Aurora Egido es autora de decenas de aportaciones ineludibles que la distinguen como una de las filólogas más brillantes y reconocidas de la Universidad española.
—¿Cómo surge la idea de este libro?
—Aparte del libro que publiqué en 2011 sobre El discreto encanto de Cervantes y el crisol de la prudencia y otros anteriores, había ido trabajando a lo largo de dos décadas sobre distintos aspectos relacionados con la obra cervantina que me parecía interesante agavillar, pues, sin merma de cuanto supuso el Quijote, creo que este debe analizarse y entenderse en relación con el resto de sus obras. De ahí que este libro suponga un prisma en el que se analiza, a la luz del ingenio, no solo su obra narrativa, su poesía y parte de su teatro, sino cuanto supusieron algunos capítulos de su recepción posterior.
—¿Es un libro para estudiosos o es accesible a lectores de nivel medio?
—Aunque se trata de trabajos académicos en su mayoría, he procurado que el libro resulte legible para cualquiera que esté interesado en la obra de Cervantes. Ojalá que haya conseguido algo de lo que pretendo decir en él. Me refiero a la capacidad de Cervantes a la hora de hacer fácil lo difícil y de deleitar enseñando.
—¿Hay alguna obra de Cervantes por la que sienta usted predilección?
—De pequeña me encantaban La Gitanilla y Rinconete y Cortadillo. También para los libros hay una edad. Luego vinieron el Quijote y los Entremeses. Pero a la hora de explicar a Cervantes en clase o de estudiarlo, he terminado por disfrutar de toda su obra, siendo La Galatea y el Persiles los que me han atraído más en los últimos años. En Cervantes he encontrado siempre lo que andaba buscando, pues en su obra está todo.
—¿Se aprende el gusto de leer a Cervantes?
—A Cervantes lo puede leer cualquiera. En el fondo, es uno de los autores del Siglo de Oro que necesitan menos notas explicativas a pie de página, pero es evidente que cada uno lo hará desde perspectivas distintas, dependiendo de su bagaje cultural e incluso de su edad.
—¿Qué libro o libros recomendaría para los más jóvenes?
—Ahora se suele alimentar a los alumnos con textos fragmentarios o antologías, lo que, en ocasiones, no deja de ser una barbaridad. Pero lo importante es que lean y que el placer por el sosegado y maravilloso silencio de la lectura se convierta en una enfermedad incurable. Yo no empezaría por sus comedias o tragedias ni con el Persiles, pero sí con algunos Entremeses, o con alguna de sus Novelas ejemplares, como el Coloquio de los perros, y trataría de que se encandilaran con el Quijote. En tiempos, era obligatorio en la enseñanza media y no se sabe de nadie que padeciera por ello.
—¿Por qué cree que el Quijote es la obra más leída?
—Por su universalidad. Me refiero a que, como trato de mostrar en este libro, Cervantes pretendió hacer con esa obra algo que trascendiera los límites de La Mancha y del reino de Aragón en todos sus sentidos, haciendo que un pobre y ya vetusto caballero acabara con todos los Amadises y Belianises de la historia literaria. Don Quijote se convirtió así en un héroe moderno. La historia de los caballeros andantes no continuaba con él, sino que empezó una nueva en la que un sujeto en apariencia risible se iría convirtiendo en un ser proteico, capaz de ser leído a nueva luz por generaciones y generaciones. Ya en el prólogo de 1615, Cervantes pretendió que se leyera hasta en la China. Y así ha sido.
Benítez Reyes, pregonero de la Bienal de Flamenco
La XX Bienal de Flamenco de Sevilla dio comienzo con el pregón literario del escritor Felipe Benítez Reyes, acto patrocinado por la Fundación José Manuel Lara, que ha colaborado un año más con este prestigioso festival. Teniendo como escenario el Palacio de las Dueñas, y ante la presencia de las primeras autoridades de la ciudad, el escritor gaditano recordó a algunos de sus ‘fantasmas flamencos’ y no dejó pasar la ocasión para recordar en primer lugar a la saga de los Machado. “Entre todas las fantasmagorías posibles, me encomiendo a los espíritus de una familia de recursos económicos modestos, aunque de recursos intelectuales copiosos: la familia Machado”. Los nombres de Demófilo, Manuel y Antonio Machado se dieron cita en este pregón: “En los dos hermanos poetas pervivirá siempre el sustrato de aquellos cantes flamencos que se afanó en recopilar su padre”, recordó.Agujetas el Viejo, Joaquín Sáenz o Fernando Quiñones también fueron recordados por el escritor a través de anécdotas, vivencias y conversaciones, “un pequeño surtido, muy cargado de añoranzas y de pesadumbres amables”, dijo. Tras asegurar que no era su intención “entrar en disquisiciones sobre el influjo del cante flamenco en nuestra literatura… y viceversa”, ni tampoco entrar en grandes enunciados, Benítez Reyes habló “desde el registro de las percepciones, de las emociones y de los recuerdos.
Finalizó su intervención solicitando a los que han tenido la fortuna de disfrutar de esta Bienal, que pudieran vivir “unos días imborrables, días que se graben en la memoria como irrepetibles, únicos en el fluir tan veloz de la vida”. “Apuren esos días. Que cada instante —dijo— parezca una eternidad. Que la música les instale en un tiempo detenido. Y permitan que en el ánimo se les acomode fundamentalmente la alegría, porque la alegría hace que el pensamiento se colme de inocencia y derive en sentimiento. Como si el pensamiento volviera a nacer”, manifestó, poco antes de que el cantaor Tomás de Perrate redondease con su toná-pregón la noche.