Vampiros cotidianos
Para quien no brilla la luz
José María Pérez Zúñiga
Berenice
208 páginas | 19 euros
Son muchas las líneas de fuerza que actúan en el conjunto de Para quien no brilla la luz. No se trata de solo un thriller o una gótica historia de vampiros, por mucho que narre las andanzas de una hermosa vampira contemporánea (Irene/Laura) que hace estragos por las calles, bares y domicilios del centro de Madrid mientras un inspector, su amigo forense y una periodista de ABC le siguen la pista. José María Pérez Zúñiga (Madrid, 1973), abogado, profesor, novelista, relatista, articulista…, se siente y se declara abiertamente deudor de toda una tradición del género de misterio y de terror (Poe, Hoffman, Stoker, Gautier, Cortázar…), y junto a la pura acción y la peripecia, distribuye además por el libro una buena carga ensayística relativa a la historia del vampirismo y a la figura del vampiro en Occidente. Otro puntal de la obra tiene que ver con las investigaciones psicopsiquiátricas: los casos clínicos, históricos o inventados, que despiertan por igual interés y temor en aquellos que los escuchan o los han ido documentando. Pérez Zúñiga logra en la primera parte del libro el impulso del buen suspense, en una narración ágil y bien afinada, de buena precisión descriptiva, en la que sabe comunicar al lector un amplio repertorio de inquietantes sensaciones y percepciones.
Sin duda el erotismo y la fuerte carga sexual del texto es uno de los motores que arrastran al lector por las páginas, tras las andanzas de esta asesina bisexual, esta nueva “Dama negra” que trae de cabeza a las fuerzas del orden y a toda una ciudad. Una figura lograda es el atribulado inspector de policía Miguel Serrano (hijo de un coronel del Ejército del Aire) que lleva a cabo sus pesquisas junto al culto forense Joaquín Moya. Serrano, casado y con un hijo, vive el desencanto de un matrimonio en crisis, pero sobre todo la losa del secreto en torno a la figura paterna, ese militar autoritario y desconcertante que escondía sus tendencias sadomasoquistas en pleno franquismo. La ciudad se presenta como un lugar asfixiante e invivible en el que el caos y la violencia se imponen a cualquier posibilidad de orden. El forense Moya aportará todo el cuerpo teórico psicológico-sociológico explicativo de nuestro agitadomundo. Pérez Zúñiga parece querer decirnos que el mal y el horror no son cosa de una lejana Transilvania o una vieja película en blanco y negro de Murnau, sino que habita cada día aquí, entre nosotros. Por eso el asunto del maltrato y los abusos —algo que cada día asoma por desgracia en nuestros telediarios— cobra fuerza conforme avanza la narración. Tirso de Molina, La Latina, Puerta de Toledo, Banco de España, San Jerónimo, el propio barrio de Argüelles donde el investigador reside…, serán el conocido escenario de esta historia. Poco a poco iremos sabiendo del pasado tormentoso de la propia vampira desde que era una joven rondeña de familia humilde y padre alcoholizado, que salió de casa para ser camarera y sufrió los reveses de la fortuna. Ella misma va recuperando la memoria a flashes, como informaciones dosificadas que llegan al lector. Y en paralelo avanza la vida desencantada del inspector, su sensación de declive y de fracaso vital, su intento de comprensión de las motivaciones de los otros que solo puede encaminarle a la cercanía y el encuentro con su asesina. No solo nos habla José María Pérez Zúñiga de las partes oscuras de la naturaleza humana, quizá la verdadera lección sea cómo uno no puede escapar de un pasado demasiado doloroso, traumático y violento.