Una capa de hielo
Permafrost/Permagel
Eva Baltasar
Trad. Nicole d’Amonville Alegría
Random House
144 páginas | 16,90 euros
Permafrost, publicado originalmente en catalán como Permagel, es un estupendo ejemplo de cómo los libros pueden transitar de la edición catalana a la castellana de manera fluida. El catalán de Eva Baltasar es rico y supera el estándar achatado de TV3. Su debut en la narrativa, tras una notable trayectoria de poeta durante los últimos diez años, se convirtió en un fenómeno del boca-oreja que fue creciendo hasta que el Premi Llibreter otorgado por las Librerías de Cataluña le dio el espaldarazo para que los medios de comunicación descubrieran que este es un libro que tiene esa música hipnótica que destila la literatura.
El planteamiento puede ponernos a la defensiva por algunos trazos que hemos visto con excesiva reiteración: autoficción; descubrimiento de la homosexualidad (aunque es verdad que en el caso de mujeres es un territorio menos transitado que en el de los hombres, donde ya es un género en sí mismo) y la pulsión hacia la náusea del protagonista, porque la novela pesimista siempre parece más literaria o más moderna que la que persigue la alegría de vivir. Esta no es una novela reivindicativa sobre el lesbianismo (aunque logra serlo de manera mucho más eficaz que otros textos más subrayados) ni una novela sobre el suicidio. De hecho, la protagonista habla desde las primeras líneas de sus ensoñaciones suicidas, pero lo hace con una sorna incluso sobre sí misma que te hace ver que se trata de un personaje atrapado en una capa de hielo que encierra su yo lleno de vitalidad: ese permafrost que no se acaba nunca de derretir e impide llegar a la tierra fértil que está agazapada debajo.
Eva Baltasar despliega una narrativa de frases cortas, intensas o cortantes según el momento, con metáforas personales. La historia transita por la apatía de una estudiante de Bellas Artes que ni tiene trabajo ni lo busca porque ya le vale con alquilar habitaciones para extranjeros del piso de su tía, una pincelada que retrata de manera precisa lo que pasa en una Barcelona que con el éxito del turismo se ha vuelto un poco más perezosa. La relación con su familia es fuente de agobio: “La familia, ¡qué disolvente tan magnífico!” y solo la lectura o el sexo la salvan de su propio fracaso vital. Pero incluso en los momentos de desaliento de la relación con una madre controladora y una hermana resignada al convencionalismo, la prosa de Eva Baltasar nos lleva suavemente a través de sus pensamientos sin perder su murmullo. Cuando su tía le dice que ha de dejar el piso, porque ella y su marido van a venderlo para comprarse una casa más grande, se va a Bruselas y allí da clases de español. Aunque su primera alumna se va a convertir en una amante arrebatadora que la va a poner ante la primera gran decisión de su vida.
Una novela donde la voz es crucial y te acaba atrapando. Aquí el enigma de la protagonista es cómo hacer que, pese a la gélida apatía que le contagia la cotidianidad, la vida siga ardiendo en el interior de nuestra cabeza.