El paraíso perdido
De la mano
Reinaldo Jiménez
XXI Premio Internacional Antonio Machado en Baeza
Hiperión
66 páginas | 10 euros
El presente libro de Reinaldo Jiménez es un texto continuador del tono y las temáticas de su libro anterior Habitarás la casa (2012), ocupando un lugar destacado el tema de la Naturaleza, que ha estado presente en toda su obra anterior.
No obstante, De la mano supone un proceso de intensificación, pero también una interpelación y una puesta en cuestión de algunos de los valores que se defendían en Habitarás la casa, que se cerraba con el deseo de construir un espacio natural, idílico, bucólico, en el que habitara la palabra. De la mano comienza con un poema “envío” como anunciación de ese paraíso perdido, “de la mano” de la hija del personaje poético. Ese gesto, alarga y une al poeta con el exterior de sí mismo, con la vida, pero simultáneamente lo une también con su lado oscuro, con el presentimiento y la constatación de la muerte. Desde esta posición, la perspectiva de la voz poética cambia desde su interior al exterior, en un proceso que el mismo poemario señala como “desaprendizaje”. “Desaprender” es, sin duda, el verbo de este libro. En el primer poema, “Edades” (“Bendito aquel que al demandar ofrece”), de la primera parte del libro, y en “Cabaña en el árbol” o “Las niñas” (“Ni la plena renuncia / ni el andar / desasido, en el desaprender…”) se va tejiendo una voluntad de comunión con la vida, que no consiste en aprender a pintar, escribir o vivir como un niño, sino que quiere “ser” de nuevo niño.
No es de extrañar, por tanto, que ese camino nos lleve a la escena patriarcal de la recreación del tío anciano, transformado por la edad y por la enfermedad en ese niño físico al que el poeta “lava” en el magnífico poema “Enjertaba en enero” o que la sección acabe con una oración laica e intensamente panteísta.
El libro, que está constituido por cuatro secciones más un poema envío y otro final o coda, se continúa ahora en la sección “Apuntes y paisajes”. Aparece aquí otro de los espesores significantes del libro: el agua en sus distintas acepciones. En “Enjertaba en enero” aparecía con su carácter bíblico simbólico, e insiste en “Manantial de Maro” (“Al cabo de un buen rato nos marchamos / aún húmedos los labios, sin saber / cuál es la sed saciada”), en “Marea Roja” y en “Paisaje de septiembre” con una imagen poderosísima: “el lodo carnal”. No obstante, el poema clave es “El instante”, especie de poética en la que el agua actúa como metáfora de lo inefable y como indicio de los límites de la palabra escrita. Lo que en Habitarás… era eco heraclitiano se ha transformado ahora, como señala Tomás Hernández en la solapa, en eco horaciano: “Esta puerta que es agua / fluyendo entre las manos…”
La cuarta parte, “Meditación”, es una reunión de fragmentos, de poemas epigramáticos que insisten y sintetizan toda la problemática anterior: “Al olvido de mí / suela brisa. / A donde vaya iré, / de donde venga”. Finalmente, el poema coda funciona como un cierre perfecto: “No cruzaron contigo las palabras / la lámina del agua, como no cruzan nunca / la frontera / de lo impronunciable”. En definitiva, “desaprender” para poder enfrentarse a la esfinge líquida, para mirar de frente al misterio más allá de las palabras, de las humildes y eternas palabras, en este magnífico libro de un gran poeta.