Falsificar al falsario
Libro de las máscaras
Javier Vela
Pre-Textos
84 páginas | 15 euros
Cualquier lector, pero especialmente el que disfruta con los textos apócrifos, seudónimos, heteronimias, suplantaciones autoriales y cualesquiera otras formas de falsificación, recibirá con algazara este Libro de las máscaras de Javier Vela, que viene a sumarse, manuscrito encontrado mediante, a las diversas técnicas de obliteración de la autoría de las que hemos dado cuenta en El sujeto boscoso (2016). Bajo el falso amparo de un tal Iturbe, cuyas peripecias narra en el prólogo, Vela despliega un conjunto de aforismos y formas breves de excelente calidad, enmascarados en forma de citas apócrifas de diversos autores. Como de esas supuestas firmas solo se recoge el apellido, los huéspedes de las frases no tienen por qué corresponderse con autores reales, salvaguardando así Vela hábilmente el cargo de adjudicación fraudulenta, pues un apellido a solas no es más que un marchamo intercambiable, una hoja entre un árbol de iguales. Mediante ese recurso se adscribe a otros autores que juegan con las citas (Bonilla o Vila-Matas, entre los españoles), que se sentirán cómodos al verse incluidos en este juego de apropiaciones y fantasmagorías. Y todavía hay alguna complicación más: entre los aforismos apócrifos se deslizan a veces citas auténticas, como las de Carrera Andrade (“Sólo la nube finge / una isla”, p. 32), o la de George Steiner (p. 33), identificables por ir entrecomilladas. De modo que saberes reales y falsarios se alternan, creando un espacio donde todo es textualmente posible.
Lo interesante del proceder de Vela es que sus aforismos se adaptan al estilo de los autores —o de las épocas o estéticas— donde pretenden integrarse. Por ejemplo, si tiene una imagen sobre el cambio a partir de una piedra y quiere atribuirla a un falso sabio chino, la redacta con un estilo confuciano: “Ninguna piedra sabe lo que piensa hasta que el río no la cambia de sitio”. Si remeda la sentenciosidad latina, adopta el tono solemne y la rústica inteligencia de los preceptistas romanos al historizarse en un tal Epicarno de Agra: “Echar de menos la soledad del cabrero pastoreado por su rebaño”. Recordemos que Epicarno de Agra es un pensador apócrifo, inventado por Steiner en Fragmentos, así que Javier Vela no desdeña la “meta apocrificidad”, palabro por el que me disculpo. Otro ejemplo de este procedimiento de extender territorios de apócrifos anteriores son los juegos con Juan de Mairena (seudónimo de Machado), Juan Panadero (personaje inventado por Rafael Alberti), Josep Torres Campalans (Max Aub) o los heterónimos de Fernando Pessoa. Se fantasea autorialmente, pues, incluso a partir de las falsificaciones ajenas; de ahí que uno de estos fantasmas sentencie que “El autor es un accidente del texto”, línea que hubiera hecho las delicias de Foucault o Barthes. Hasta encontramos una interesante mise en abyme, cuando se cita un aforismo del Libro de las máscaras de un tal Vela (p. 44). Pero lo más valioso de esta curiosa colección de perlas no solo son estos juegos intelectuales —de no poco valor en sí, pues reflexionar sobre la autoría desde la falsificación es una forma de pensar profundamente en el hecho literario—, sino la calidad de estos aforismos y reflexiones en cuanto tales, pues no pocos merecen archivo y atesoramiento: “Un ojo eclipsa al otro”, o esta, quizá mi favorita: “Hay autobiografías que son egopeyas. El autor erige su estatua verbal como si se mirara a sí mismo en un parque”.