Un hombre entre los otros
Walt Whitman fue el gran cantor de la América de lengua inglesa, la que suelda sus dos mitades tras la Guerra Civil, y quien sienta las bases de la poesía que vendría
Qué habría escrito Edgar Allan Poe, el crítico prolífico que dejó reseñas en tantas cabeceras de Nueva Inglaterra y otros Estados acerca de su sucesor en el trono de la poesía de los EE UU? La pregunta es, por supuesto hipotética, puesto que el autor de “El cuervo” murió antes de que Walt Whitman empezara a publicar Leaves of Grass en sucesivas ediciones, hasta la conocida como deathbed, definitiva, y se convirtiera en el bardo de la nación estadounidense. Son poetas muy diferentes ambos: el primero volcado hacia las pesadillas interiores y la soledad; el segundo, solar y abierto a los otros, con una camaradería, con un abrazo, imposibles de atisbar en el primero. Por si esto fuera poco, Poe era un enamorado de Roma y lo arábigo, de los páramos ingleses y las melancolías feéricas de una Europa que conoció siendo niño y quedó prendida en su sensibilidad enfermiza; Whitman, sin embargo, fue el gran cantor de la América de lengua inglesa, la que suelda sus dos mitades tras la Guerra Civil, y quien sienta las bases de la poesía que vendría.No es que Poe fuera ignorado por los poetas posteriores, pero su aristocratismo, su individualidad irreductible, mal casaban con el país de la Democracia, gran valor para Whitman. El primero murió borracho tras un coma etílico en día de elecciones; el segundo vivió ebrio de cordialidad hacia los demás, de un afán de justicia en la que el pueblo es dueño de su destino.
Whitman no es poeta de torre de marfil, acepta la alteridad y se hace altruista, comprende que el límite de la piel es muy corto si no se prolonga en otra mediante el roce de caminar en una misma dirección o, también, en la efusión eróticaWalt Whitman nació en 1819 y murió en 1892. No fue una centuria completa pero sí el gran siglo norteamericano: aquel en el que desde la independencia de las colonias suceden más cosas de importancia, cuando cambia la faz de casi medio continente. Él fue testigo de muchos de esos acontecimientos, y aunque no luchara en la Guerra de Secesión auxilió por igual a heridos de la Unión y de la Confederación. Le honra y nos conmueve. John Ford, nacido dos años después de que muriera Whitman, cantó en celuloide con idéntica ecuanimidad a grises y azules en una película formidable, Misión de audaces (The Horse Soldiers) en la que se rinde tributo al valor, no tanto entendido como ciega valentía o arrojo temerario sino como código de bonhomía. Whitman podría haber dado testimonio de primera mano, cosa que a Ford le pirraba (cuando rodó sobre la independencia irlandesa dio papeles a actores del Abbey Theatre que habían estado en Dublín durante el Levantamiento de Pascua de 1916): el hermano de Whitman había sido herido en la batalla de Fredericksburg, y el poeta fue allí al campamento militar en 1862. En memoria de Lincoln, víctima de la guerra en retaguardia, el poeta compuso la emotiva elegía “When Lilacs Last in the Dooryard Bloom’d” (1867). También se le cuadró líricamente y lo llamó capitán, su capitán. Años después publicaría descripciones en prosa de la contienda.Whitman escribió: “A mí mismo me canto y me celebro, / y eso que yo asumo asumiréis / pues cada átomo mío también os pertenece”. No es, pues, poeta de torre de marfil, y sabe que el hombre es uno con los otros, acepta la alteridad y se hace altruista, comprende que el límite de la piel es muy corto si no se prolonga esta en otra mediante el roce de caminar en una misma dirección o, también, en la efusión erótica. La suya fue homosexual, que quizá habría que definir mejor como homofílica, porque Eros es solo uno de los elementos que intervienen en ese amor, no solo físico, al otro, al prójimo. Fue tildado de indecente y la dudosa moralidad de los que lo acusaron de inmoral lo asedió, y llegó a perder por ello un empleo. No importa, tuvo otros. Uno, nada baladí, fue el de impresor, oficio que lo hace ser colega del padre de la patria estadounidense y asimismo del género autobiográfico: Benjamin Franklin. También, entre nosotros, fue compañero en la distancia —antecesor— de poetas impresores como Emilio Prados y Manuel Altolaguirre.
Whitman fue además publicista anónimo de su propia obra, y se conservan páginas de escritos, y hasta reseñas, en los que volcó sus ideas sobre ella, de gran utilidad para el estudioso. Lo que parece sonrojante autobombo puede ser también interpretado como un estado de conciencia en el que se difuminan los contornos entre el yo y el tú o el él, y el ellos se solapa con el vosotros y el nosotros. Las personas del verbo, en definitiva, título de Jaime Gil de Biedma, también poeta carnal, sensual y preocupado civilmente por su país. El yo, el I, está muy presente en Whitman, como una de sus formas, ese Myself que es epígrafe —Song to Myself— de una de las secciones de Hojas de hierba.
Para su difusión exterior, ha sido un elemento favorable el vehículo de su poesía. Whitman es una puerta abierta, un versículo flexible que, si bien hay que verter con no menos exactitud, permite una más fácil exportación a otras lenguasNo solo se cantó a sí mismo, también lo hizo a “la naturaleza sin trabas con energía primigenia”, “la salud, el gorjeo de la luna llena”, “el impuso procreador del mundo”. D.H. Lawrence, que no regalaba sus elogios, vio y admiró la potencia de Whitman. Por fuerza nos ha de incomodar su grandeza, observó. Han escrito sobre él importantes poetas como Cesare Pavese, William Carlos Williams o Kenneth Rexroth. En Inglaterra llama la tención su contraste con otro barbudo: Tennyson. El Poeta Laureado, contemporáneo suyo, estaba más pendiente del Imperio que de la Democracia, y con la vista puesta en el pasado, no en el porvenir; en las gestas del rey Arturo del también muy extenso Idylls of the King en versión recatada, y no en el hombre común, en identidad de alma y cuerpo libres. No extraña que otro poeta victoriano, Swinburne, más mórbido y sexualizado que Tennyson, aplaudiera a Whitman.Los críticos que no eran él mismo fueron tibios o poco entusiastas con él inicialmente. El trascendentalismo, el idealismo que permean su poesía le hicieron acreedor del aprecio de Emerson, que lo alabó aunque también mostró alguna reserva, como la tendencia whitmaniana a la enumeración (rasgo del que Borges, temprano traductor del estadounidense, sacó provecho y convirtió en característica de su propio estilo, con más firme gobernalle). Al final de sus días pudo comprarse una casa con el dinero obtenido con sus versos. Eso dice mucho de la popularidad alcanzada. Durante un tiempo, no obstante, Whitman dejó de ser leído más allá de su inexcusable inclusión en los libros de texto y antologías escolares de su país. Pero, y no solo por la efeméride del segundo centenario de su nacimiento, hoy es de nuevo reconocido.
Para su difusión exterior, más allá de las fronteras de Canadá y México, de las orillas del Atlántico y el Pacífico, es un elemento favorable el vehículo de su poesía, que puede llegar más lejos, por la ancha extensión de su envergadura, que el verso estrecho, medido, cuya traducción exige más rigor métrico, y que solo sabe abrir un buen cerrajero. Whitman es una puerta abierta, un versículo flexible que, si bien hay que verter con no menos exactitud, permite una más fácil exportación a otras lenguas.
Son versos y versículos los suyos que abundan en anáforas y a menudo avanzan en bucles que recuerdan —prefiguran—, pero sin surrealismo, a los del Neruda de Residencia en la Tierra o al más intimista Rosales de La casa encendida. Poeta en Nueva York, de Lorca, también tiene coincidencias formales, lecciones aprendidas, más la conocida “Oda a Walt Whitman”. Conoció este la filosofía hindú, y su libro herbal y multifoliado es una especie de Mahabharata del Nuevo Mundo, con extensión que lo hace —si se exagera un poco— casi igual de inabarcable. Octavio Paz indagó en prosa sobre México en El laberinto de la soledad. Whitman profetizó en verso sobre Estados Unidos en algo que puede, en correlato inverso, calificarse como “El campo abierto de lo plural”.