Mancharse las manos de tierra
Tierra de mujeres
María Sánchez
Seix Barral
192 páginas | 17 euros
Decía Delibes que una novela es personaje, paisaje y pasión. Algo parecido comenta María Sánchez (Córdoba, 1989) en Tierra de mujeres al decir que le obsesionan las historias acerca de los vínculos, “las relaciones entre los animales y sus pastores, entre éstos y los perros carea que guardan el rebaño, entre los árboles y la tierra donde crecen, entre los árboles y la elección del lugar para construir el nido y crear”. Hay, sin embargo, una diferencia esencial, algo que hace que este ensayo aporte una mirada distinta a la corriente de lo que podríamos llamar escritura del medio rural (o el naturewriting, un género en auge): está escrito por una mujer que además vive y trabaja en el campo. Porque aunque nadie niega que Delibes fuera un excelente conocedor del medio rural, no vivía ni trabajaba en él.
En este sentido, cuenta María Sánchez en Tierra de mujeres que se tiró la mitad de su vida tratando de imitar a las figuras masculinas de su abuelo, su padre, su tío. Que se pasaba la infancia pegada a la televisión mirando los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente, o leyendo a Julio Llamazares, a Ted Hughes, a García Lorca, etc. Hasta que, de pronto, empezó a preguntarse que dónde estaban las mujeres. Este pensamiento, unido al hecho de que un día tropezó con una encuesta de población activa del INE, de 2013, que decía que el porcentaje de mujeres ocupadas en el sector de “ganadería, silvicultura y pesca” era solo del 2,2 por ciento del total de las mujeres oficialmente ocupadas en la España rural, o a la constatación de que en la manifestación del Ocho de Marzo de 2018 fueran muy pocas mujeres del campo, sirvió como revulsivo.
A partir de ahí, esta joven veterinaria, empezó a tomar conciencia de la invisibilidad de la mujer trabajadora en el mundo rural, de las mujeres llamadas todoterreno que, como su abuela o su madre, “preparan a los hijos para ir a la escuela, cocinan, dejan la casa limpia, bajan al huerto y cuidan las gallinas, arreglan a los suyos (a lo vivos y a los muertos)” y que no tienen reconocimiento ni en las estadísticas. Porque, “¿cómo reconocer esta doble jornada de trabajo para la mujer en un sistema en el que tanto el hombre como la mujer aportan fuerza de trabajo pero en la mayoría de los casos son ellos los que controlan el poder de decisión y el resultado de la producción familiar?” Este ensayo, nos dice María Sánchez, es punto de partida y crece a partir de estas y otras preguntas, “como las vainas enrolladas del trébol carretón que se enganchan al lomo de las ovejas trashumantes para germinar a miles y miles de kilómetros del lugar donde nacieron”.
Con un lenguaje poético, muy próximo al de su poemario Cuaderno de campo (La Bella Varsovia, 2017) y a través de potentes imágenes sacadas del medio rural, entreteje María Sánchez este hermoso libro, una mezcla de ensayo y memoria personal en donde aúna temas como la familia, los recuerdos, la infancia, el feminismo y el mundo rural. “Porque el silencio”, dice parafraseando a Chimamanda Ngozi Adichie, “es un lujo que no podemos permitirnos”.
Tierra de mujeres plantea muchas preguntas y deja en el aire interesantes reflexiones como la de que el campo no es la España vacía que muchos escritores se han empeñado en vendernos y que, por tanto, el medio rural y sus habitantes no necesitan de ninguna literatura que los rescate o que los confronte con el medio urbano, sino solo reconocimiento y honestidad. “Preguntar a nuestras abuelas, a nuestras madres”, nos dice al final del libro. “Mancharse las manos de tierra. Crear un vínculo y cuidarlo. Ésa es la única manera de que nuestro medio rural no desaparezca y siga existiendo”.