Un viaje hacia la libertad
Candela
Juan del Val
Premio Primavera de Novela 2019
Espasa
256 páginas | 19,90 euros
Juan del Val (Madrid, 1970) tiene un amplio perfil creativo. Es guionista, director, ha trabajado en radio y televisión, ha firmado dos libros con Nuria Roca, y en 2017 publicaba su primera novela, solo: Parece mentira. Ahora da un salto: ha ganado con Candela el siempre goloso y gozoso Premio Primavera. Se trata de una narración en primera persona, ceñida, de lenguaje sencillo y rápido, que fluye entre dos polos: la recreación de una vida de mujer, que se precipita al vacío con la sensación de fracaso, “me aburro, y lo peor es que me estoy acostumbrando a aburrirme”, y la historia de un bar, El Cancerbero, que es como un caleidoscopio de un barrio y de un puñado de personajes que ingresan y salen de la existencia de Candela y su coro esencial de mujeres: su abuela Remedios o su madre tuerta, Teresa, que perdió su ojo tras recibir un botellazo de su marido.
Candela desmenuza el pasado, y narra la vida de su padre, que fue un maltratador y “un imbécil”, y en esa travesía hacia atrás descubrirá cosas inesperadas a la vez que evoca a su novio Roberto, con quien experimentó el primer amor en una escena tan patética como humorística; también desmigaja su insatisfactoria sexualidad, tras haberse acostado con cinco hombres. Simultáneamente, Candela avanza en el presente, en medio de una fauna humana de lo más variopinto: el musculoso Iván, a quien deseó alguna vez; su madre Loli, la rubia teñida que no desaprovecha ni una sola oportunidad sexual; el elegante y enigmático Fermín, que será el mejor cuidador de su perro Chelo; el inspector Tomás Cifuentes; el policía Matías o Benito, que fue amante de su madre y le cedió el bar que ahora regenta, un hombre que le trae recuerdos no demasiados felices. Ahí, Juan del Val entra en el terreno de la novela costumbrista, de barrio, de personajes, aunque su preocupación, en realidad, es contarnos cómo siente, cómo crece y cómo evoluciona Candela, Candelaria o Candelita.
Juan del Val compone una novela fluida, que rara vez desfallece, de capítulos cortos, urbana, que explora la condición femenina y algunos de los asuntos candentes que ahora tanto despuntan: el maltrato, la violencia doméstica, el juego de las apariencias, las cicatrices del tiempo que se descosen, las heridas emocionales, los secretos de familia y el impacto de la muerte. Aunque Candela es un texto realista con algo de tratado de buenas intenciones, esperanzador y un tanto adanista, y un relato sobre el crecimiento personal y el desafío a las dificultades, también tiene elementos un tanto fantásticos o imaginativos: la protagonista, toda determinación y arrojo, acabará hablando con el ojo de cristal de su madre, ya muerta. Ya se sabe: “¡Viva o muerta, una madre es una madre!”. Ella es la voz de la conciencia, sin duda, una consejera desde el más allá.
En su viaje hacia la libertad, y el deseo y la felicidad, a Candela le pasan muchas cosas: redescubre el sexo con toda su pulsión transformadora y su goce. Juan del Val parece hallarse muy cómodo en la piel y en los temblores de una mujer, y cuenta cinco o seis coitos con todo lujo de matices. “Me ha descubierto que el placer no tiene por qué ir acompañado de culpa”, dice Candela en alusión a uno de sus amores. El placer y el amor son determinantes en esta novela donde todos cambian para mejor. Casi nadie se parece al que era al principio del libro, y la que menos, Candela. Ella es la gran vencedora porque, por fin, se ha atrevido a ser y el destino acude en su ayuda: “No se puede vivir mirando siempre hacia otro lado”.