La pausa del cuento
El ángel Esmeralda
Don DeLillo
Trad. Ramón Buenaventura
Seix Barral
240 páginas | 20 euros
El ángel Esmeralda nos invita a pasear por el Bronx con sor Edgar y sor Gracie. Dos monjas que no visten de monjas. Nada es lo que parece. El Bronx es lo real, lo demás es surrealista. También paseamos por Manhattan y por el espacio infinito donde dos astronautas vuelan sobre el planeta y se comunican por radio con el pasado y los muertos. El mundo ahí abajo es algo espantoso. Lo dice uno de ellos. Lo descubrimos después, en otro cuento que nos habla de la crisis que nos invade en la actualidad. Crisis es una palabra griega, lo mismo que caos. Toda Europa tiene la mirada puesta en Grecia. Todo lo que digo me lo ha confesado Don DeLillo en su libro de cuentos. Me dice que trata de no pensar en nosotros como payasos de circo que no se han acordado de pintarse la cara. Me dice muchas cosas y hace hincapié en multitud de detalles. El hombre que mira. Nombra la palabra caricia y detiene la narración para exclamar: ¡qué palabra más hermosa! Otro detalle. La vida está llena de detalles que DeLillo descubre para que nos detengamos a observar. En cualquier momento puede tomar una decisión sorprendente. Los cambios ocurren fuera, dentro sigue uno siendo siempre el mismo. Me consuela oírlo, leerlo. Me encanta la ironía de su humor.
Me detengo a observar al hombre invisible que describe sentado, pensando, desapareciendo en sus pasos. El que luego, por la noche, se acuesta con la mente yéndose hacia atrás… Al final el protagonista del último cuento acaba en el cine viendo la misma película del día anterior. Entonces tengo la sensación de que Don DeLillo ha escrito este libro para mí. Quizá porque me vuelvo a identificar con él cuando me pongo a perseguir a alguien hasta el cine, adivinar su vida y protagonizarla. También a los dos nos cojea la memoria. Los viejos recuerdos viven más que los nuevos, me dice. Estamos viviendo la misma película y las películas ocurren en la oscuridad. Una verdad oscura, recién descubierta ahora por casualidad. ¿Qué ocurrirá cuando termine la película?, le pregunto. En eso tenemos que pensar, responde. No sé si me explico, pero estoy seguro de que él me comprende. Me fascinan los escritores como Don DeLillo que saben leer los labios cerrados.