El periodismo según Vargas Llosa
Piedra de toque. I (1962-1983), II (1984-1999), III (2000-2012)
Mario Vargas Llosa
Ed. Antoni Munné
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores
4.500 páginas | 160 euros
Porque si algo caracteriza la obra periodística de Mario Vargas Llosa a lo largo de cinco décadas, ahora pacientemente compilada por Antoni Munné, es su vocación y perspectiva internacionalista, que va de las guerras en las zonas de conflicto, la Revolución cubana, el militarismo estadounidense, la preocupación política por Perú, a los movimientos sociales y políticos que tienen lugar en todos los rincones del mundo. En el tono de estas cuatro décadas se aprecia un viaje desde el apriorismo de la izquierda radical al liberalismo. A ese impulso de escritura cosmopolita hemos de añadir la intención de su prolífico autor de racionalizar los hechos sobre los que escribe, apartándose en la medida de lo posible del lenguaje literario; es decir, desprendiéndose del uso adjetival del que tanto gusta. El que fue apátrida de Lima define el periodismo como “la historia haciéndose”, sombra en muchos casos —como el suyo— de la vocación literaria y brújula que permite al ciudadano orientarse en el laberinto de la cotidianidad sin la cual sería infinitamente más vulnerable.
Repasando este corpus el lector puede descubrir la génesis de muchas obras de Vargas Llosa —fecundo reelaborador de textos—, el embrión periodístico de ulteriores obras novelísticas y dramáticas de quien ha llevado a cabo un peregrinaje intergenérico y mutante entre materiales diversos, capaz de transformar un informe militar en literatura —caso de la matanza de Uchuraccay y su reconversión en Lituma en los Andes— o de adaptar y enriquecer libros anteriores y transformarlos en obras maestras —de Los sertones de Euclides da Cunha a La guerra del fin del mundo—. Porque ante todo Vargas Llosa es un excelente novelista, cuya prosa no ficticia, como afirma Wilfrido H. Corral en el imprescindible ensayo Vargas Llosa. La batalla en las ideas (Iberoamericana), refleja una manera de romper la incomunicación de las esferas públicas, toda vez que el periodismo constituye para él, según palabras de Corral, “un barómetro de las sociedades verdaderamente democráticas”. Sin duda, aunque la literatura y el periodismo no son la misma cosa, en el caso del Nobel se encuentran íntimamente unidos y no se entiende la una sin bucear de cuando en cuando en las complejas, reveladoras y enriquecedoras páginas del otro.