El peso del destino
Boabdil
Antonio Soler
Espasa
320 páginas | 19,90 euros
Un buen arranque es fundamental en la suerte de una novela. A veces incluso toda ella viene definida por una primera frase redonda, como las del Quijote o La Regenta. No es una frase sino una situación la que dispone Antonio Soler a modo de clave de Boabdil. En Granada se festeja la conquista de Zahara por el rey Muley Hacén. Con gran plasticidad se recrean los sangrientos juegos de alancear toros. Sonidos, colores, vestidos, manifestaciones de júbilo…, circunscriben un ambiente de exaltación popular entre el que discurre silencioso uno de los notables del reino, el meditativo Abul Cásim el Muleh. Indiferente al alboroto, piensa “que todo aquello formaba parte de un vaticinio oscuro y que en el fondo de esa excitada fogosidad estaba la confirmación de que se había iniciado un periodo difícil y lleno de dificultades”.
Así, con fuerza descriptiva y un insinuado fondo intencional, Soler anuncia en pocas páginas lo que será el núcleo de Boabdil. La acción se extiende desde la fecha del festejo, 1481, y la caída del reino nazarí en manos de los Reyes Católicos en 1492. La anécdota va recorriendo peripecias palatinas, políticas y militares de aquel decenio con la medida justa para informar de los sucesos sin que lo noticioso empantane la fluidez del relato. La materia histórica recoge las disensiones cainitas de la familia real, las desesperadas operaciones militares musulmanas, el frío cálculo político de Isabel y Fernando. No falta en la materia ambiental la dosis de idealismo e intereses del momento. También se muestran las pasiones humanas que condicionan el acontecer histórico. Y no se olvida el fanatismo religioso que mueve tanto a algunos musulmanes como a la reina castellana y su corte eclesial.
Estos mimbres se trenzan para convertir conocidos hechos del pasado en sustancia novelesca. Con ellos se elabora un armazón de época dentro del que se aloja un amplio número de retratos personales en la línea de una clásica novela psicologista. Alguno alcanza bastante autonomía: varios nobles castellanos, el mencionado El Muleh o, sobre todos, la desalmada madre de Boabdil, Aixa. Ninguno de ellos desborda su condición de personajes secundarios, comparsas de una tragedia colectiva en la que enseguida ocupa el papel estelar Boabdil y, a su vera, el cristiano Gonzalo Fernández de Córdoba. Con ambos protagonistas la novela toma un rumbo distinto al de la crónica histórica y se convierte en una reflexión intemporal subrayada por el subtítulo, “Un hombre contra el destino”.
Desde su infancia, Boabdil se vio marcado por un oscuro presagio. Su vida le ha ido mostrando la verdad de aquel designo que se cumple en la situación extrema de rendir el último territorio musulmán de la Península a los cristianos y marchar a un incierto exilio. El rey nazarí distingue con clarividencia ese destino y lo asume con la dignidad de quien acepta lo irremediable. En el medio se produce un atormentado debate interior que constituye la médula de la novela. Las circunstancias le ponen en contacto con el guardián de su persona y de sus hijos, el más tarde famoso Gran Capitán. Cuenta Soler cómo ambos, aunque fueran contendientes, establecieron un trato estrecho muy parecido a la amistad. Con ello los convierte en representantes de valores positivos que plasma sin concesiones efectistas.
El asendereado subgénero histórico está haciendo estragos por la manipulación pintoresquista o sentimental del pasado. Ajeno a las seducciones del best-seller, Antonio Soler acierta al juntar la fuerza evocadora de un fin de época con el análisis de ciertos rasgos de la condición humana. Con ello logra que su Boabdil figure en la escasa clase de relatos que restituyen su dignidad a la novela histórica.