La recuperación de la lógica democrática
El precio de la desigualdad
Joseph E. Stiglitz
Trad. Alejandro Pradera
Taurus
498 páginas | 20 euros
En una época en la que, desde los medios, se nos bombardea con palabras como déficit, prima de riesgo o recapitalización, el ciudadano-lector busca recursos para mitigar la opacidad del léxico económico. Porque las palabras opacas distorsionan la visión de una realidad reducida a un canto de sirenas financiero donde parece que estamos abocados a un destino de fauces, austeridad e inapelables exigencias de la Eurozona. El precio de la desigualdad es un ensayo que pretende hacer un diagnóstico y dar alternativas a la precariedad, proponiendo fórmulas políticas y económicas para reducir la diferencia de clase y afianzar un sentimiento de equidad imprescindible en sociedades que aún quieren creer en la democracia y que, sin embargo, sienten que se abre una brecha entre la igualdad de oportunidades y derechos, y el funcionamiento del capitalismo real.
Stiglitz, premio Nobel de Economía, no es sospechoso de ese radicalismo de izquierdas que tanto les gusta esgrimir, como arma arrojadiza, a los conservadores. Stiglitz asesoró a Clinton, fue vicepresidente senior del Banco Mundial e, igual que los protagonistas del 15-M, no es un antisistema: es un economista probablemente keynesiano que no habla de un capitalismo intrínsecamente disfuncional, sino de formas disfuncionales del capitalismo, valorando el mito folklórico de la igualdad de oportunidades como bálsamo para neutralizar una lucha de clases cuya existencia subrayó hace poco el multimillonario Warren Buffett. Para Stiglitz, los auténticos antisistema son la derecha. A partir de ahí, analiza lo que ha sucedido en Estados Unidos desde la Gran Recesión de 2008 y define algunas claves para entender qué significa hoy ser de derechas o de izquierdas. Lo primero implica confiar en políticas económicas de recortes, desprestigiar la labor de los sindicatos y desproteger a los trabajadores destruyendo la posibilidad del convenio colectivo. Consiste en defender los intereses de una plutocracia a la que se le permite incrementar sus rentas a través de prácticas monopolistas, subvenciones encubiertas y una fiscalidad beneficiosa. Implica rescatar bancos mientras se deteriora lo público y se abarata el despido, desde la convicción de que dar facilidades a los ricos incide en la prosperidad de todos: si ayudamos a los ricos a ser más ricos, ello repercutirá positivamente en la creación de empleo y en la regeneración económica. Es la teoría del goteo hacia abajo que Stiglitz se encarga de refutar. Mientras tanto, se afianza la ideología de que el pobre es culpable de su pobreza y su pesimismo, y de que el rico ha ganado su capital gracias a sus aptitudes y esfuerzos, y no a sus privilegios heredados ni a sus prácticas especulativas. Mientras tanto, el paro aumenta, la educación y la sanidad se degradan, los investigadores se exilian y las familias son desahuciadas de sus hogares. ¿Les resulta familiar?
Frente a este estado de la cuestión, el economista propone una rehabilitación de la política como reguladora de los desmanes del mercado. Una corrección de las derivas liberales y un cuestionamiento de los beneficios de una economía globalizada que ha degradado las condiciones de trabajo. Propone una reforma fiscal y un incremento de las inversiones públicas. Un saneamiento de unos medios de comunicación y de una profesión política que no se rijan por los intereses financieros. La recuperación de la lógica democrática de “un voto, un hombre” frente a la lógica corrupta de “un dólar, un voto”. El precio de la desigualdad es un ensayo fundamental para entender lo que ocurre, dialogar y proponer soluciones desde la creencia de que es imprescindible que la política y la economía recobren su dimensión humana.