La vida como literatura
Todos los besos del mundo
Félix Romeo
Xordica
138 páginas | 13, 95 euros
Javier Tomeo dijo que Félix Romeo (Zaragoza, 1968-Madrid, 2011) vivió “amorosa e irremediablemente herido por las letras”. Quizá sea una de las mejores definiciones de este lector compulsivo y convulso que siempre tenía una mirada sobre todo. Pasión, humor, lucidez y curiosidad. También tenía un punto de vista sobre los cuentos, que, en su trayectoria de más de veinte años de escritura, nacieron del encargo. La escritora y bibliotecaria Eva Puyó y el escritor y editor Chusé Raúl Usón recogen sus cuentos en Todos los besos del mundo, una de las frases que Félix más solía usar en sus e-mails o en sus sms. Cuentos que son “fotografías de época, radiografías internas o breves películas de Super 8”. En sus relatos deslizaba y ahondaba en sus obsesiones: la relación con el padre, real o de ficción, que solía mitificar; las pistolas, que están emparentadas con Luis Buñuel y con su progenitor, que tuvo una tienda de ultramarinos y coloniales en Cuba, y con autores de novela negra como James Ellroy; el amor y las relaciones de pareja, y los viajes. Sus personajes, como él, siempre andan alrededor del mundo: por México, Nueva York, Lisboa, Oporto… O por Niza, como sucede en esa pieza magistral de amor y terremoto que es “Temblor”. En Glasgow, Oporto, Madrid y Zaragoza discurre “Sonia y Natalia”, la narración de dos amores, en los que es difícil eludir la huella autobiográfica del autor. También hay cuentos que suceden más cerca: en Gallocanta, donde se narra el espectáculo de las grullas, en Los Monegros o en los alrededores de Daroca, donde hay una cárcel, otro de esos temas que le persiguieron: estuvo en la prisión de Torrero (Zaragoza) como insumiso y redactó la novela Noche de los enamorados (Mondadori, 2012). Otra de las obsesiones de Félix Romeo era su propia ciudad, Zaragoza. Y a lo largo del libro, muchas de las ficciones transcurren en ella: “La novia del viento”, “A man with a gun. Thanks!”, donde une a un policía con el futbolista Saturnino Arrúa y el luchador Félix Lambán, durante el rodaje de la película Culpable para un delito, o “Una isla flotante”, que gira en torno a una tesis doctoral sobre el río Ebro, “donde el agua es profunda, temible y violenta”, a los sueños de un escritor y al recuerdo de un crimen. A Félix Romeo le gustaban las piscinas y redactó el cuento “La piscina”, no le gustaban los animales y firmó un cuento excepcional, repleto de sutileza y erudición, “El hombre invisible y el zoo de los Bowles”. También evoca su infancia en el verano de 1975 en su último texto. El libro rezuma vulnerabilidad, búsqueda, variedad: para él la vida y la literatura eran vasos comunicantes. Las palabras nacían del latido de existir.