Una linterna en las tinieblas
Cuatro por cuatro
Sara Mesa
Anagrama
272 páginas | 17, 90 euros
En un panorama editorial amigo de las prisas, en el que los jóvenes valores son a menudo cebados con clembuterol y sacrificados en los altares de una gloria fugaz, el de Sara Mesa es un raro caso de desarrollo natural. Descubierta como narradora con sendos estupendos libros de relatos, La sobriedad del galápago y No es fácil ser verde, parecía evidente que su escritura pedía medirse en la larga distancia, y así llegaron primero El trepanador de cerebros y luego Un incendio invisible, que le valió el premio Málaga.
Un título tras otro, la prosa de Sara Mesa se ha ido robusteciendo, ganando en profundidad y en ambición, sin dejar de ser fiel a sus más recurrentes querencias: las atmósferas inquietantes y opresivas, los personajes impotentes ante la fuerza de sus destinos, y eso que la autora gusta de llamar las “utopías perversas”, sueños colectivos condenados a naufragar una y otra vez, lastrados por los peores instintos de la comunidad.
Para esta sevillana de Madrid, la literatura es una linterna que nos permite explorar las tinieblas del alma humana. Y con esa determinación se adentra en los pasillos del Wybrany College, un colegio en el que conviven alumnos de familias pudientes y chicos de extracción humilde, hijos de empleados al servicio del proyecto.
Si el escenario de Un incendio invisible era un geriátrico junto a la moribunda ciudad de Vado, aquí apenas nos movemos unos kilómetros en el mismo territorio ficticio para percibir una sensación de aislamiento similar, a la que se suman los rigores de una estricta jerarquía en cuya cúspide moran personajes tan torvos como el Director, la Culo o el Guía. Basta un centenar de páginas para entender que la vida en el “colich” se rige por un principio tácito: quien tiene un poder, lo ejerce sobre aquellos que muestren alguna debilidad.
Tras esta exposición, ciertamente pesimista como metáfora de orden social, el gran acierto de la autora es reproducir en la segunda parte el diario de Isidro Bedragare, un profesor que llega al Wybrany algún tiempo después, y a través de cuyas páginas se abrirá una inesperada subtrama. De nuevo tenemos que acordarnos de Un incendio invisible y de su personaje central, Tejada, para certificar la debilidad de Mesa por los seres más bien invertebrados, atrapados en un paréntesis de sus vidas y con una acusada tendencia a la abulia y el cinismo.
Aunque Bedragare, y los lectores con él, accederán a los más turbios secretos del centro —recogidos a su vez en los escritos de uno de sus antecesores, el profesor García Medrano, que sirven de colofón al relato—, la conclusión de esta turbadora y absorbente novela, la más compleja y redonda de cuantas ha firmado hasta ahora Sara Mesa, es sombría. No hay violencia, insinúa la autora, que no se funde sobre la restricción de libertad. No hay dictadura más victoriosa que aquella que ya no necesita ejercer la represión. Y no hay resistencia que no empiece diciendo eso que casi nadie dice en esta historia: “No”.