Parábola de la dignidad
Intemperie
Jesús Carrasco
Seix Barral
223 páginas | 16, 50 euros
Efecto de enorme desconcierto produce Intemperie: tanto por el primitivismo ruralista extremo que nuclea el argumento como por el léxico inhabitual que tiende a robar buena parte de protagonismo al libro. La historia que narra Jesús Carrasco es en sí misma clara y sencilla: un niño escapa de su pueblo huyendo de execrables vejaciones inducidas por su padre; se interna en un llano desolado perseguido por un cruel alguacil; en el camino le ayuda un pastor que le enseña los rudimentos necesarios para valerse por sí mismo; superadas terribles situaciones y muerto el cabrero, el niño se encamina al Norte donde podrá enfrentarse a la vida gracias a las lecciones recibidas durante ese aprendizaje. Al desconcierto contribuye también la ideación de una fábula de estricto corte esencialista: no aparecen ni una denominación de lugar, ni datos suficientes que permitan identificar alguna geografía real, la única referencia de utilidad cronológica es una moto con sidecar y ninguno de los personajes tiene nombre propio.
Estos rasgos inusuales y llamativos encubren, sin embargo, una novela de aprendizaje desarrollada con la perspectiva infrecuente de la parábola. Los personajes carecen de dimensión psicológica y su retrato deliberadamente simplificador, casi tosco, remite a arquetipos: el niño o la inocencia, el alguacil o el poder despótico, el viejo o la rectitud moral, un ocasional tullido o el egoísmo taimado. En cuanto a los sucesos, también están encaminados a suponer un cúmulo de experiencias básicas: la muerte, la violencia, el engaño, la soledad, la confraternización, la culpa… Sobre esta suma de elementos simbólicos se eleva el leitmotiv de la novela, la dignidad, encarnada por el niño (capaz de exponerse a situaciones límite por rebeldía contra un escarnio sexual) y por el viejo (inmolado en defensa gratuita de la justicia y la rectitud moral).
Hay que reconocer como mérito básico de Jesús Carrasco la asunción de grandes riesgos en la construcción de semejante fábula. Sobre todo, el llevar al límite la descontextua-lización de la anécdota y practicar sin concesiones la alusión con efectos potenciadores de la densidad de su trágica historia. También el utilizar un léxico rural desaparecido, esto con peor resultado, pues llama demasiado la atención y no indica ninguna clase de riqueza ni rescate de voces olvidadas sino caprichoso prurito arcaizante. Este desacierto se compensa, en cambio, con la magnífica capacidad para yuxtaponer el más crudo naturalismo y la más intensa sensibilidad lírica. También se saca a tan arduos materiales un intrínseco interés narrativo. Este debut de incuestionable originalidad y de considerable mérito permite pensar que acabamos de saludar a un novelista con un extraordinario futuro.