A Casa estaba llena de flores
El cuaderno del año del Nobel
José Saramago
Alfaguara
260 páginas | 18,90 euros
Los diarios inéditos de José Saramago de 1998, el año en que la Academia Sueca concedió al escritor portugués el premio Nobel de Literatura, solo contienen dos menciones al galardón anteriores al 8 de octubre, el día en que, en el aeropuerto de Frankfurt, le sorprendió la comunicación oficial. Son alusiones breves, casi incrédulas. En una entrada de junio, Saramago cita al periodista Humberto Werneck que, en una entrevista, lo presenta como “uno de los favoritos a ganar el premio Nobel de Literatura”. No hay comentarios. La segunda referencia está datada un mes después y telegráficamente dice: “Asombro. El Ayuntamiento de Madrid me propone para el Nobel”. A partir de ahí ni una sola mención hasta la sintética anotación del 8 de octubre cuando ya se había desatado la euforia: “Aeropuerto de Frankfurt. Premio Nobel. La azafata, Teresa Cruz. Entrevistas”. Y dos días después, ya en su casa de Lanzarote: “A Casa estaba llena de flores”.
No hay mucho más sobre el Nobel en el cuaderno perdido y rescatado en 2018 de las tripas de un ordenador en desuso, salvo la transcripción del memorable discurso de recepción del premio (“mi abuelo Jerónimo, pastor y contador de historias, al presentir que la muerte venía a buscarlo, se despidió de los árboles de su huerto uno por uno, abrazándolos y llorando porque sabía que no los volvería a ver”), un par de anotaciones y el recuerdo divertido del lector que lo descubrió, en cuclillas, comprando calcetines en El Corte Inglés dos meses después del premio.
En el cuaderno de 1998, Saramago se extiende más sobre la controversia política suscitada cuando el ayuntamiento de Mafra, población próxima a Sintra, en la región de Lisboa, se opuso a dar su nombre a un instituto de enseñanza. También es más extensa la entrada en la que agradece el premio concedido por un grupo de alumnos gallegos de COU al Ensayo sobre la ceguera como “la mejor novela del año”. ¡Cosas de un gigante traspasado por la modestia!
Pero que no haya más anotaciones sobre el Nobel no quiere decir que la última entrega de los diarios desengañe las expectativas. Al margen de la indiferencia, o la falta de tiempo para completar posteriormente las frases esbozadas sobre el premio (“se me quebró el ánimo y también la paciencia para revisar y corregir las doscientas páginas”, reveló en 2001), el sexto cuaderno de Lanzarote contiene el contexto del Nobel, todos los elementos que engrandecieron los diarios anteriores (perspicacia, lucidez, claridad) más uno inédito para el lector de 2018: la posibilidad de leer con una distancia temporal de veinte años las reflexiones de un escritor comprometido, minuto a minuto, con las desdichas de una parte ingente de la humanidad sometida despóticamente por una minoría poderosa.
¿Cómo era el 1998 de la concesión del Nobel? El año apuntaba, con una mezcla de horror y esperanza, al nuevo milenio. En 1998 aún estaban en el mundo Umbral, Donoso, García Márquez, Vázquez Montalbán… ¡Qué extraña sensación encontrarlos vivos, en mitad de congresos o en actos literarios, yendo de un lado para otro!
En 1998 faltaba una década para que la quiebra de Lehman Brothers desatara la última crisis mundial que arrasó con los escuálidos derechos sociales de las minorías, pero las reflexiones y reproches de Saramago parecen inspirados por aquel aciago momento: “Muchos (muchísimos) han abandonado lo que llamo un estado de espíritu de izquierdas para pasarse por ambición, oportunismo o cobardía moral al otro lado”. Hay referencias que parecen de ayer, o incluso de mañana, a la emigración, a las religiones, a la literatura del futuro y a la muerte: “No es ilógica, ni absurda ni incomprensible. Lo que realmente es incomprensible, ilógico y absurdo es la vida”.