Crónica y emoción de una batalla policial
Sangre, sudor y paz. La Guardia Civil contra ETA
Lorenzo Silva, Manuel Sánchez y Gonzalo Araluce
Península
515 páginas | 21,90 euros
Los autores de Sangre, sudor y paz, Lorenzo Silva, reconocido novelista, el coronel Manuel Sánchez, jefe de la Unidad Central Operativa (UCO), y Gonzalo Araluce, periodista experto en temas de seguridad, señalan como destinatario de su libro al lector no especialista, a quien presentan un resumen amplio de la historia de la lucha de la Guardia Civil frente al terrorismo vasco. También manifiestan una paladina declaración de principios: no hacen un relato neutral, sino que adoptan una proximidad parcial hacia quienes asumieron ese abnegado trabajo. El relato “de parte” no supone, sin embargo, aclaran y lo cumplen, ignorar yerros ni renunciar a la objetividad del cronista.
Como ese lector no general que reclaman, no experto en el tema, aunque sí conocedor por curiosidad y por profesión de buen número de obras documentales o imaginativas relacionadas con la reciente violencia en el País Vasco, abordo una lectura apasionante desde el principio. En su parte principal por la dramática historia que reconstruye, y también por el afortunado artificio narrativo que la refiere, deudor, sin la menor duda, de la habilidad de Lorenzo Silva para contar con la seducción de un cuento (repárese en que el título, sin la coletilla, La Guardia Civil contra ETA, es más literario que documental) una peripecia profesional y humana terrible; expuesta de otra manera, habría sido un pesado centón de informaciones verídicas y de testimonios.
La línea argumental externa de Sangre, sudor y paz sigue el hilo cronológico de la actividad etarra desde su nacimiento en los amenes del franquismo como un movimiento de oposición a la dictadura con amplia complicidad social hasta su desarticulación cuando, obstaculizado su mesiánico ideario por las fuerzas del orden, los terroristas anunciaron en 2011 su rendición con un “alto el fuego permanente, general y verificable”. La Guardia Civil asumió el papel más importante en la derrota etarra y el libro detalla cómo se fraguó su capacitación técnica para hacer frente al enorme desafío, la precariedad material y operativa que padeció, las complicidades políticas y eclesiales que impedían o desalentaban su trabajo, la animadversión colectiva que despertaba y el reguero de cadáveres que iba dejando, a veces día a día, en el cumplimiento de su trabajo.
Los autores manejan una caudalosa documentación, incorporan testimonios de época tanto de guardias como de etarras, manejan con instinto narrativo informes, desvelan de qué modo se planeaban los operativos, copian las reacciones de los terroristas… Todo ello tiene un interés palmario por cómo desvela, aparte del fanatismo de los pistoleros y allegados, las entretelas de una actividad policial por necesidad secreta o discreta y la profesionalidad de sus protagonistas. Pero donde el libro alcanza una intensidad auténticamente emocionante es en la dimensión privada, diríamos psicológica, de los guardias y sus familias. La narración, escueta, sin retórica, enseña el sacrifico de los guardias, sordos a la humillación de funerales de los suyos casi clandestinos, y el sufrimiento y el calvario de sus familias en un ambiente hostil. Esta perspectiva se condensa en algo cercano a una épica nada declamatoria del deber.
Este libro es un homenaje a la Benemérita, pero quedará por algo más trascedente. Sangre, sudor y paz, y otras cuantas recreaciones últimas del terrorismo vasco (varias novelas, cine y teatro), busca fijar la memoria justa de un tiempo trágico para que no triunfe el relato de los victimarios sino el de quienes lo sufrieron.