De Daumier a ‘Charlie Hebdo’
Honoré Daumier. La risa republicana
Luis Puelles Romero
Abada
432 páginas | 21 euros
En plena lectura de este estupendo libro sobre la ironía, la ridiculización y los orígenes de la sátira gráfica en Francia, una pareja de yihadistas irrumpió con armas automáticas en la redacción del semanario Charlie Hebdo, que había publicado dos años antes las caricaturas de Mahoma, mató a doce personas e hirió gravemente a la libertad de expresión, la gran conquista que define los valores democráticos occidentales desde los siglos XVIII y XIX.
Ese día el libro del profesor de Estética de la Universidad de Málaga, Luis Puelles Romero, en apenas un segundo, pasó de ser un erudito ensayo sobre el pintor y dibujante Honoré Daumier y los antecedentes de la caricatura actual, a un testimonio histórico sobre las dificultades que ha debido superar la libertad de prensa en general —y en Francia en particular— y sobre el perfil ideológico de sus obcecados enemigos. Aunque cambien las fórmulas criminales y los modos de represión, todos los atentados registrados en los últimos 200 años han estado basados en la misma intolerancia contra la crítica a los poderes constituidos.
En Francia, en el primer tercio del siglo XIX, y un poco antes en Inglaterra, apareció un tipo de arte que se colocó deliberadamente a las afueras de los museos y academias. Si el retrato burgués había tratado de fijar para la posteridad la nobleza de los rasgos de los poderosos, la caricatura trató de mostrar la degeneración no sólo física sino moral de los personajes intocables mediante la exageración de sus rasgos. Ese recurso a la fealdad se transformó en una forma popular de acercarse críticamente a los modelos; sus consecuencias políticas fueron formidables. Los autores satíricos lo tenían claro. Era necesario reírse del mundo menos proclive al humor. O como escribió Gorgias, según la cita de Aristóteles, “echar a perder la seriedad de los adversarios por medio de la risa, y de su risa mediante la seriedad”.
Honoré Daumier, un artista marsellés nacido en en 1808 que, durante más de cuarenta años, criticó con el vitriolo de sus litografías y pinturas a los orleanistas y bonapartistas que se sucedieron en el trono de Francia, es con todos los honores el antecedente no ya de los dibujantes de Charlie Hebdo sino de todas las publicaciones satíricas que han punzado al poder y de todos los creadores empeñados en reducir a su verdadera talla a los grandes del mundo. No otra cosa significa el término latino caricare: cargar, acentuar, enfatizar. Daumier, amigo de Baudelaire, ha pasado a la historia por ser el único artista al que Walter Benjamin dedicó una entrada individual en su Libro de los Pasajes.
Daumier, como todos los creadores comprometidos con la actualidad, vivió en el filo de la navaja. Desde el comienzo del reinado de Luis Felipe I de Francia hasta el final, entre 1830 y 1835, la publicación de sus litografía satíricas le supuso un entrenamiento adicional: encajar los duros golpes de la censura. Una caricatura suya del rey, aparecida en el primer semanario satírico francés, Shilouette, le supusieron sus primeros seis meses de cárcel y multa. El dibujante Charles Philipon, editor de La Caricature y amigo de Daumier, resumió así los zarpazos recibidos en solo un año, 1832: “Veinte embargos, seis juicios, tres condenas, más de 6.000 francos de multas, 13 meses de prisión, persecuciones, fianzas de 24.000 francos, todo en el espacio de un año es una prueba del odio que nos tienen”.
A lo largo de 40 años Daumier publicó 4.000 litografías. Nadie se salvó de sus pullas, pero a cambio recibió todo tipo de golpes. Ni Daumier ni los dibujantes de Charlie Hebdo hacían nada nuevo. La mofa contra el fanatismo religioso la introdujo antes Erasmo, y el Concilio de Trento lanzó la primera dentellada contra los que “se sirven de las Escrituras en sus bufonadas”. Las metralletas llegaron un poco más tarde.