Educar para la herejía
Clásicos para la vida. Una pequeña biblioteca ideal
Nuccio Ordine
Trad. Jordi Bayod Brau
Acantilado
192 páginas | 12 euros
Avalado entre otros por Fernando Savater, el manifiesto de Nuccio Ordine en favor de las humanidades convirtió al profesor italiano, especialista en el Renacimiento y en la obra de Giordano Bruno, en una figura conocida más allá del ámbito universitario. Es sin duda alentador que en unos tiempos tan refractarios a los saberes que no se traducen en rentabilidad inmediata, La utilidad de lo inútil, que así se titulaba su reivindicación de la tradición humanística, haya logrado un eco tan amplio, señal de que no todo está perdido y de que sigue habiendo miles de lectores que no se conforman con ser, como los llama el autor, “pollos de engorde”. En lenguaje claro y accesible, exento de la petulancia que malogra empeños similares cuando los apologistas, como señalaba Jordi Gracia en El intelectual melancólico, se abandonan a una lamentación que tiene mucho de narcisista, Ordine recurría a la paradoja del título —tomado del historiador de la filosofía antigua Pierre Hadot— para denunciar la estrechez de miras de quienes menosprecian las lecciones de las disciplinas ajenas a la “lógica del beneficio” y han logrado arrinconarlas para adecuar la oferta académica a las necesidades del mercado.
Publicada también por Acantilado, la nueva entrega de Ordine propone una “pequeña biblioteca ideal”, pero en realidad, como señala él mismo, Clásicos para la vida no es más que una colección de citas comentadas, nacida de una práctica docente —el hábito de leer y glosar pasajes escogidos a sus alumnos— y avanzada en forma de columnas por el semanario “Sette” del Corriere della Sera. Su propósito es modesto y así lo reconoce el propio Ordine, que ni oculta este origen circunstancial ni trata de elevar el sentido del conjunto, dirigido a un público amplio al que advierte que no basta con los fragmentos espigados para experimentar el poder transformador de la lectura. Autores de todas las épocas y literaturas —las hispánicas están representadas por Cervantes y Gracián, Borges y García Márquez— se dan la mano en una antología donde las citas, muy breves, sirven como punto de partida para extraer lecciones aplicadas al ámbito del desarrollo personal —cercanas a lo que mal llamamos autoayuda— o al más amplio de la vida en sociedad, de acuerdo con los principios de la solidaridad y el bien común.
En el preámbulo, Ordine retoma argumentos expresados en su mencionado manifiesto, no demasiado originales ni excesivamente elaborados, como corresponde a su intención divulgativa, pero absolutamente certeros y en muchos casos a contracorriente. El “arte de vivir”, tal como lo aprendemos de los clásicos, se opone a la “dictadura del utilitarismo y el lucro”. Con su insistencia en el estudio de la didáctica y la gestión empresarial, las “pedagogías hegemónicas” han descuidado el conocimiento y la verdadera formación, que no tiene nada que ver con la capacitación de profesionales. El “mito de la escuela digital”, basada en los recursos tecnológicos, no puede suplir las enseñanzas —Ordine cita la relación entre Camus y su maestro, Louis Germain— de los profesores que ejercen como tales, estimulando la curiositas de sus alumnos y sus habilidades creativas. La especialización temprana y extrema, como ya señalara Einstein, no ayuda a la forja del criterio. La instrucción tiene un “horizonte civil” que implica el cuestionamiento de lo consabido —educar para la herejía— por parte de discípulos capaces de poner en duda los principios de la “ortodoxia dominante”. Frente a la obsesión por el rendimiento acelerado, cabe invocar el elogio nietzscheano de la lentitud, consustancial al aprendizaje. Sumada al placer que procura, la lectura de los clásicos puede afrontarse a la manera de los “ejercicios espirituales” de los que hablara Hadot, cuando defendía el sentido práctico de la filosofía como escuela de vida.