El faro del Mediterráneo
El Gran Mar
David Abulafia
Trad. Rosa Salleras Puig
Crítica
736 páginas | 38 euros
Las monografías sobre aspectos concretos de una realidad compleja son imprescindibles, pero lo es también, de manera fundamental, la investigación de esa realidad en su totalidad. Un trabajo muy difícil, muy complejo. Es el caso del libro de David Abulafia que, sin duda, marca un hito en el conocimiento del Mediterráneo, el mar de nuestra cultura por antonomasia según la opinión general de la historiografía más solvente. El título, El gran mar, se ajusta perfectamente al contenido. El Mediterráneo, cuna de Venus, mar de sangre, mar del comercio, un universo lleno de guerras y de encuentros pacíficos al mismo tiempo. Espacio, red infinita donde todo se cruza, desde las religiones hasta la creación en todas sus manifestaciones y, desde luego, en el pensamiento, en la filosofía. Da vértigo intelectual el periodo que Abulafia estudia: desde el 22000 a.C. hasta el 2010, una línea del tiempo organizada en cinco partes que se corresponden con los cinco mediterráneos que se ofrecen al lector, con epígrafes tan sugestivos como “El faro del Mediterráneo”, “Nuestro mar”, “Los caminos del mar”, “Diásporas desesperadas”, “Lo griego y lo no griego”, “Historia de cuatro ciudades y media”. Cada uno forma parte de un plan general que se concreta en momentos particulares que tienen interés por sí mismos, que son focalizaciones del tema del capítulo y se leen con valor autónomo sin que se resienta el conjunto. Garantizo al lector que quedará atrapado en unas páginas que transmiten la historia desde la vida con una prosa magnífica, en los antípodas de la pesadez que equivocadamente se considera estilo científico y no es más que pedantería.
Los dioses se enfrentaban en este mar sagrado hasta que el monoteísmo se alzó con la hegemonía. El mundo griego y romano creó los mimbres de la llamada cultura occidental en la que el ser humano ocupó el lugar central. El Mare Nostrum significó, durante siglos, una realidad económica y cultural que cambió con la llegada de los musulmanes. Los reajustes en el Mediterráneo son permanentes en los niveles más altos del poder, en sus vertientes diplomáticas y bélicas, pero el autor también da cuenta del drama de los judíos y de los moriscos en diferentes momentos de la historia de España. Por miles salieron para no volver. Este desplazamiento de lo general a lo particular mantiene un excelente equilibrio en todo momento. El autor nos traslada desde complejas negociaciones a los mármoles que decoran los palacios de sus orillas. Los rostros se suceden en el mapa de siglos escrito con espuma y sol. Alejandro Magno y San Pablo, tan diferentes, opuestos, pero hijos del Mediterráneo como esencia de sus modelos de vida. La hegemonía por el control de las rutas y el enfrentamiento entre los turcos y los cristianos en la jornada de Lepanto que Cervantes evocara. Los enclaves estratégicos como Malta, Chipre y el siempre disputado peñón de Gibraltar. El mar, fluido vital de las repúblicas venecianas y genovesas. Constantinopla como símbolo. La enumeración puede ser infinita. No hay uniformidad, el Mediterráneo es diversidad por encima de todo. Esta es la tesis fundamental del libro.