El mundo de hoy
El turista desnudo
Lawrence Osborne
Trad. Magdalena Palmer
Gatopardo
320 páginas | 20,95 euros
Tras ser calificado como “escritor de libros de viajes”, Lawrence Osborne aceptó “una prolongada connivencia con las fuerzas del turismo global” que le llevó a 1.034 habitaciones de hotel de 204 países distintos. El atracón de localizaciones planetarias le ha permitido constatar el imperio de un negocio que reporta 500.000 millones de dólares de beneficio anuales a cambio de haber homogeneizado la mayoría de rincones terrestres. Osborne vio que ahí había un tema. Después sintió la necesidad de abandonar el Planeta Turismo, “salir del mundo” estereotipado que parecía herméticamente compacto a excepción de Papúa Nueva Guinea, tan primitiva que ni tenía infraestructura turística. Y decidió escribir el libro de un contraste.
Impulsado por “el síndrome de Robinson Crusoe”, Osborne diseña una ruta para desaparecerse una temporada en Papúa después de ir dejando su rastro en mecas hoteleras como Dubái o Bangkok. Despega situando los orígenes del turismo, desde la invención de la palabra travel a Thomas Cook, que explotó como nadie el filón Londres-Sidney, eje rutero que en los 60 proyectó a los hippies buscadores de antídotos contra la soberbia occidental. Y reivindica a los antropólogos Lévi-Strauss y Margaret Mead mientras subraya la banalización del hecho viajero en “un hemisferio tan rico que ya no sabe qué hacer, salvo moverse”.
Entonces, aterriza en Dubái. La franquicia aeroportuaria más grande de la Tierra, “la puerta del Nuevo Mundo”, una de esas “cualquier parte” que se reproducen por doquier. Allí accede a la ilusión de Las Palmeras, un complejo de islas artificiales identificadas con nombres de países. “¿Papúa? —le responde un guía local, ignorando que se trata de un país hasta que Osborne se lo describe—. No la tenemos. Parece una mierda de sitio”.
Y hacia esa “mierda” continúa viajando el inglés, deteniéndose ahora en Calcuta, paradigma del urbanismo desbordado. “La ciudad india y la jungla remota son los dos extremos de la experiencia humana que le marcan al antropólogo su rumbo moral”, dice antes de volar a Tailandia, una “cualquier parte” con matices, según él, porque en Bangkok, capital del turismo moderno, respira una tolerancia sexual insólita que distingue a la ciudad como cumbre de la libertad y el placer. Aunque lo mejor de todas esas semanas trotamundeando será la pérdida de la noción temporal. “Estaba totalmente desorientado, y ahí está el lujo”.
Todo queda atrás, eso sí, cuando aterriza en Papúa. “Casi nunca un lugar real ha coincidido tan sorprendentemente con una fantasía cultural”, escribe conmovido por un lugar que tiene “el primitivismo como único patrimonio”. Conviviendo en la jungla con los kombai, Osborne experimenta la brutal impresión de acercarse a un “otro” tan genuino que es incapaz de saber si Osborne es un ser humano, un ser como él. Un “otro” que vive en Papúa sin saber qué es Papúa. Con una barba crusoeniana y varios kilos de menos, el inglés se embriaga de pura supervivencia hasta sentir “el éxtasis de no morir”.
Esa experiencia contrasta agresivamente con lo leído hasta entonces. Mostrando una erudición tocada por su retranca british, dinamizando el relato a base de ilustrativas anécdotas, sin tapujos, autocrítico, y encadenando reflexiones (y situaciones) para enmarcar, Osborne se zambulle en el viaje ocioso hasta rizar el rizo de lo divertido, lo irónico y lo profundo firmando una obra indispensable para intuir mejor el mundo de hoy.