El ruedo ibérico revisitado
Contra el fin de siglo
Ignacio Gómez de Liaño
Siruela
13, 95 euros | 200 páginas
Nada ha cambiado tanto en los últimos quince años como para invalidar lo que se escribió en el final del siglo XX. El mismo ruido social, político y económico acompaña al ciudadano desde que se levanta y hasta que se duerme, si es que tiene suerte y no sueña con lo mismo. Por eso Ignacio Gómez de Liaño ha decidido reeditar tal cual Contra el fin de siglo, que publicó en 1999 con el seudónimo de Miguel Ángel del Arco. Los males diagnosticados son de sobra conocidos, encarnados por el autor en una fauna de aprovechados, cínicos y perturbados de toda laya y condición. Pero lo que hace a este libro distinto es la forma en la que cuenta este bestiario sociocultural y político con una perspectiva que cruza el carnaval de Rabelais, el humor alegórico de Swift y el esperpento de Valle-Inclán, con un evidente sentimiento de hartazgo.
El narrador acomete su particular descenso a los infiernos de Madrid con una visión alucinada de lo que tiene delante. Todo el mundo se ha convertido en un teriopo —en griego, “cara de fiera”— en esta obra habitada por animales como de película de horror fantástico. Acompañado de Elefante Blanco, empieza a recorrer la ciudad y a cruzarse con novelistas celebrados, oportunistas casados con mujeres de posibles, columnistas que se arriman a la sombra que mejor les cobija, algún dandi “forrado con un raso muy mono” e infatigables buscadores de premios, conferencias y congresos. Además de visiones cáusticas sobre el mundo literario, también las hay sobre la política y sobre los políticos que abanderan las grandes causas, los “buenos de profesión”, que a juicio del autor intentan capitalizar los más nobles ideales de paz, justicia y lucha contra la marginación. Los jueces también se llevan su parte, menor que los periodistas; o que los periódicos, descritos como consejos de clanes cada uno con sus intereses.
Resulta interesante la bajada del protagonista al suburbano vacío, hasta que se encuentra con un centauro que le lleva a un juicio presidido por Júpiter. Comienzan a salir nuevos personajes como Electraña, con rostro de pantalla de televisión, o como Discotina Alcoholia, con una falda de barra de bar.
La expresión “no dejar títere con cabeza” se aproxima bastante a lo que Gómez de Liaño intenta en Contra el fin de siglo. Por mucho que la obra tenga un carácter alegórico, se nota que el autor, o la voz narradora, se siente horrorizado ante lo que ve, y también víctima del hilo de disparates que se cuentan. Es como si ese narrador se preguntara, en el fondo, si las cosas no pudieran ser un poco más tranquilas, aunque a tenor de los episodios recogidos la respuesta tira más hacia el no que hacia la otra dirección.