En busca del paraíso
La novela del buscador de libros
Juan Bonilla
Fundación José Manuel Lara
273 páginas | 19,90 euros
Juan Bonilla tiene memoria de papel. Recuerdos encuadernados. No son palabras huecas de cara a la galería: sus días son un almacén de libros buscados y encontrados, botines que desbordan los límites de la afición para convertirse en pura y madura pasión. Bibliomanía, si nos ponemos técnicos. Un modo personal de leer la vida, si nos imponemos poesía. Quien quiera conocer a fondo los entresijos de esa bio-bibliografía (bueno, el autor habla de vicio y quiénes somos nosotros para llevarle la contraria) puede hacerlo con La novela del buscador de libros. Una obra que es amena, exquisita, sorprendente y original. Un festín para quien ama los libros. También lo es para los coleccionistas de intrigas y aventuras: las páginas de Bonilla se mueven en el espacio de la ensoñación y el misterio. El deseo y la duda. El pensamiento y el sentimiento. Datos y emociones. El desafío de salir de caza sin saber qué piezas podrás cobrarte. Autor de presa con los colmillos bien afilados y el instinto siempre alerta, Bonilla husmea los territorios donde habita la fauna literaria, y que pueden encontrarse en cualquier continente y en cualquier escenario, desde librerías donde detener el tiempo hasta rastros en los que codearse con las oportunidades escondidas. Y, en los últimos tiempos, ayudado por la infinita librería de internet.
No es una fiebre de coleccionista que se limita a acumular volúmenes en su casa cual Diógenes del papel. El buscador de libros no busca sentido a su insaciable necesidad de cazar: quién necesita encontrar razones para su felicidad. Bendita enfermedad incurable. “Basta con que un columnista mencione un libro que no conozco para que se me abra el apetito”. Apoteosis de la curiosidad como una de las artes más nobles de quien vive pasando páginas. “Lo que hace que algo sea apasionante no es el qué sino el cómo”. Suena exagerado: “No recuerdo un día en que no haya buscado libros”. Después de leer a Bonilla no hay más remedio que creer sus palabras. Advierte que no pretende hacer ni una apología ni un ensayo histórico. ¿Entonces qué tenemos en las manos? Una memoria desordenada de búsquedas en las que manda el azar y exige la plena atención. Y, por favor, sin proselitismo porque hay que proteger el gran secreto que encierra toda biblioteca que se precie, ese simulacro de paraíso donde “poder percibirse uno mismo sin terror”.
La vida de Bonilla es un catálogo de primeras ediciones como si entráramos en dominios de un librero de viejo: entradas, características formales de los volúmenes, datos bibliográficos. Y toques personales: el lugar donde encontró la pieza, quién estaba presente. Qué sintió. Si hubo milagros al encontrar joyas en los lugares más insospechados (¡un kiosko de helados y revistas del corazón!). Detalles fulgurantes que reviven en cuanto abre un volumen. Procesiones de ciudades, autores, amigos. La “maquinaria asombrosa del recuerdo” funcionando a destajo para aliarse con la maquinaria de la ficción porque los libros importantes son los que se las arreglan “para leernos ellos a nosotros”, y pasamos a ser personajes suyos. Un libro importante es un suceso biográfico y la vida de Bonilla no se recorre en sus fotos o en sus textos sino en sus libros importantes. Yo soy yo y mis catálogos. Todo empezó en la adolescencia. Buscador precoz. Cuando era un calvario hacerse con un libro ansiado. Claro, aquellas primeras rampas eran resbaladizas en lo que a identificación se trataba. Unamuno, Baroja, Dostoievski… Bonilla cuenta (pone en orden) compras y lecturas, derivas y naufragios, conquistas y confidencias. Reflexivo, evocador, bello, lúcido e informativo: he aquí un libro importante.