Estados Unidos y Europa frente a la crisis
Crash. Cómo una década de crisis financieras ha cambiado el mundo
Adam Tooze
Trad. Yolanda Fontal
Crítica
784 páginas | 29,90 euros
Para los historiadores diez años suelen ser una minucia, a menos que haya algún acontecimiento que por sus consecuencias o su simbolismo marque un antes y un después. Uno de ellos fue la caída de Lehman Brothers en septiembre de 2008, inesperada no solo por el desvelamiento de su situación, cierto que más grave de lo que se preveía, sino porque el gobierno de Estados Unidos no le echó el cable que todos esperaban. Sí lo había hecho meses antes con Bear Stearns, también un banco de inversión que apostaba fuerte hasta que lo perdió todo, ¿por qué no en ese septiembre negro? Porque esta vez el gobierno estadounidense creyó moralmente inaceptable otro rescate con dinero público, lo que desató el pánico global y las bancarrotas en cadena, resueltas en ese país, esta vez sí, sobre todo con deuda, con la riqueza de las generaciones futuras.
Aunque la crisis venía de muy lejos, de los años ochenta, cuando las débiles subidas de salarios se compensaron con facilidades para el crédito creando un sentimiento de riqueza, una enorme deuda y una histórica agitación de la industria financiera, el espanto fue tal que se descubrió todo el pastel. A este brutal golpe y a sus consecuencias dedica el historiador económico Adam Tooze su último libro, Crash. Cómo una década de crisis financieras ha cambiado el mundo.
Enseguida se vio, argumenta el autor, que las finanzas habían dominado el mundo y que su reino estaba en manos de un oligopolio de inversores con un enorme poder y, por lo mismo, con una enorme capacidad de destrucción si las cosas les iban mal. Si intelectualmente los neoliberales, bien situados en la política mundial, proclamaban la superioridad del mercado en todos los asuntos, en el momento en que vieron la dimensión de la tragedia practicaron un cambio de valores a lo Groucho Marx —si no les gustan los míos, tengo otros— y pagaron las facturas de la borrachera financiera con dinero de la ominosa administración. Una jugada muy poco neoliberal que “implicaba entregar billones de dólares en préstamos a esa camarilla de bancos, a sus accionistas y a sus directivos con remuneraciones escandalosas”.
De esta cita de Crash, se sigue que Tooze comprende el cabreo de los que sufrieron las consecuencias con sus casas o con el desempleo, y de todos los demás que sin haber pasado por esas circunstancias han visto como sus razonables expectativas menguaban, mientras el poder financiero salía mejor parado con el argumento de su importancia para la economía de todos.
El historiador destaca las diferencias entre los casos estadounidense y europeo, en las páginas quizá más reveladoras del libro. Mientras que en la crisis de Wall Street los implicados fueron los grandes bancos de inversión y sus arriesgadas creaciones, como las hipotecas basura y su empaquetamiento en productos financieros, en la Unión Europea la pelea estuvo protagonizada por los propios estados miembros, cada uno con sus propios problemas económicos. Una vez que Alemania saneó sus bancos, como un Commerzbank y un Deustche Bank con millonarias inversiones tóxicas, empezó a repartir doctrina para que los inversores alemanes perdieran lo menos posible o recuperasen su dinero en Grecia, Portugal, Irlanda y España. La imposición de la austeridad sumió a esos países en depresiones nunca vistas en varias generaciones, criadas por lo demás en épocas de relativo bienestar.
Tooze explica la indignación general contra el establishment político y económico, y la emergencia de las opciones populistas en ese contexto, en un libro que aborda con precisión los hechos en una secuencia convincente, razón por la cual ya se hace necesario. Pero las reacciones políticas del pueblo a la crisis, con frecuencia paradójicas, merecen sin duda más espacio, por su variedad y por la gravedad de fenómenos como el Brexit. A ello volveremos.