Todo el exilio cultural republicano
Diccionario biobliográfico de los escritores, editoriales
y revistas del exilio republicano de 1939
Eds. Manuel Aznar Soler y José-Ramón López García
Renacimiento
4 tomos
2318 páginas | 120 euros
El Diccionario que tengo a mano pesa 4037 gramos y su lomo mide 12,1 centímetros. No trato de imitar el puntillismo descriptivo del nouveau roman. Solo señalo con estos datos concluyentes la envergadura de una obra que supone un hito en la difícil historia de la recuperación del exilio republicano causado por la militarada de 1936. La sociedad española ha sido muy rácana, por utilizar un término suave, con las víctimas del franquismo que tuvieron que abandonar su país. La evaluación global que, tras la muerte del dictador, animó el generoso Manuel Andújar y fructificó en la enciclopedia dirigida por José Luis Abellán mostraba el océano de desconocimiento que existía en este fenómeno capital de nuestra historia contemporánea. Quienes participamos en el proyecto lo sabemos bien. Suponía un reto casi invencible encontrar la obra de los escritores trasterrados e incluso saber de su misma existencia.
Contribuciones sueltas, en medio de la indiferencia o la hostilidad oficial, mejoraron la situación. El cambio cualitativo importante no se produjo, sin embargo, hasta 1993. Fue entonces cuando el profesor Manuel Aznar Soler impulsó en su Universidad Autónoma de Barcelona la creación de un Grupo de Estudios del Exilio Literario (GEXEL) que sigue pastoreando sin fatiga y que ha dado copiosos frutos en forma de congresos, actas, estudios y rescates. Consecuencia indirecta del esforzado y entusiasta trabajo del benemérito Aznar, “hamelin” a quien siguen decenas de especialistas, es el Diccionario mencionado, dirigido por él mismo y por José-Ramón López García. Unos pocos datos más corroboran su magnitud: un centenar largo de expertos firman cerca de 1500 entradas que incluyen unos 1200 intelectuales y profesionales relacionados con la cultura y decenas de empresas editoriales y publicaciones periódicas. Todo ello se salda con la contundente cifra de más de dos mil páginas distribuidas en cuatro tomos.
Aunque dichas dimensiones resulten disuasorias, durante un par de meses he ido viendo las páginas del Diccionario sin saltarme una sola. Puedo, por tanto, arriesgar un juicio con fundamento, si bien sin los detalles necesarios. Se trata de una obra monumental. Y es en esta valoración de conjunto donde ha de ponerse el énfasis, a despecho de ciertas reservas y matizaciones. La primera el título, porque ni mucho menos son escritores buena parte de los personajes biobibliografiados. Otra, no haber establecido un criterio del todo distinto para tratar a las figuras mayores (Machado, Juan Ramón, Alberti, Cernuda, Aub, Sender…) y a las de relieve menor. Un par de ellas más: el desequilibrio en las informaciones (muchas páginas son 11 para Quiroga Pla o Rivas Cherif y pocas una para Roberto Ruiz o Salazar Chapela); el sentido muy discutible con que se utiliza el término creación. Y, en fin, muchos ítems piden a gritos una revisión de estilo.
La limitación de que el listado no sea exhaustivo no ha de considerarse deficiencia insalvable. Importancia muy menor tiene, por ejemplo, la ausencia del curioso narrador Saturnino Yzarza. Y eso porque los mismos editores abren el trabajo a las ampliaciones que pueda suscitar esta salida impresa con vistas a una posterior digital. Mientras, hay que reconocer el enorme caudal informativo que contiene la obra, la larga nómina de nombres olvidados o del todo desconocidos agavillados. Y celebrar el subidísimo mérito del censo y descripción de revistas, donde destaca el trabajo de la hispanista Olga Glondys. Rotundamente: este Diccionario… es una obra historiográfica de referencia.