Juegos de la memoria
Pasé la mañana escribiendo. Poéticas del diarismo español
Anna Caballé
Premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos
Fundación José Manuel Lara
310 páginas | 19,90 euros
España, extraña península melancólica, raro lugar de memoricidios, patria de todas las anomalías históricas. ¿Cuál es la razón de que este país haya mantenido intensos combates con su propia memoria? ¿Por qué en España no existe una tradición diarística semejante a la de otros países europeos? ¿Por qué tantos diarios escritos en España fueron pasto del fuego?
Desde luego quien podría responder a estas preguntas es Anna Caballé, la gran dama de la memoria, la figura de referencia en los estudios sobre la Literatura del Yo como demuestran sus investigaciones y su trabajo como responsable de la Unidad de Estudios Biográficos de la Universidad de Barcelona.
Y vuelve a demostrarlo ahora con Pasé la mañana escribiendo. Poéticas del diarismo español, con el que obtuvo el Premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos que otorga la Fundación José Manuel Lara. Se trata de una obra de formato original porque para rastrear la posible tradición —si la hubiera— del diarismo español propone un diccionario. Una fórmula que sirve casi a modo de juego en el que el lector escoge entradas al azar como en una rayuela. Y tal vez se detiene en la letra U para leer los diarios de Unamuno hallados entre sus papeles póstumos: “Esos mismos cuadernillos ¿no son una vanidad? ¿Para qué los escribo? ¿He sabido acaso tenerlos ocultos como fue mi primer propósito”. Y luego sigue hasta su libreta número 3 para encontrar con sorpresa que en este diario está desnuda y evidente la profunda crisis sufrida por el escritor en el año 1897. Después, el lector puede saltar a la pata coja para llegar a placer a la casilla de la letra G y pasear un rato entre las páginas escritas por Jaime Gil de Biedma por ejemplo una tarde de 1956, cuando permaneció recluido por su dolencia tuberculosa en la finca familiar de Nava de la Asunción en Segovia y aún estaba reciente el revelador viaje iniciático a Filipinas.
Consigue Anna Caballé trasladar al lector a la habitación íntima en la que varios autores se confiesan con ellos mismos, trasladan sus abismos, traducen la soledad negro sobre blanco y descubren el sol turbio de los días para anotarlo en la esquina de sus cuadernos de hule como una fecha singular de sus vidas.
No están todos los diaristas, pero sí los que la investigadora considera necesarios para plantear cierto corpus de literatura del Yo que, a pesar de todo, conservaba España. Ese país anómalo que curiosamente arranca el siglo XVI como pionero y heroico en la literatura memorialística —Santa Teresa, Colón, Ignacio de Loyola— y termina abruptamente la centuria en medio de un gran silencio por culpa del miedo ante las piras del Santo Oficio.
Sin embargo, no son sólo autores los que puede descubrir el lector. Anna Caballé también plantea con agudeza entradas que aluden a conceptos clave en la historia del diarismo. Por ejemplo, los viajes, ya que incluso quien no está acostumbrado al diario siente la tentación de fijar los instantes fugitivos, o las guerras, que en su desorden y violencia son grandes inspiradoras de diarios sanadores que sirven de refugio en el horror.
Sabe Anna Caballé que la irrupción de las nuevas tecnologías ha abierto una nueva época para el diarismo, porque ya no se escribe igual ni con la misma intención que lo hacían los diaristas del pasado. Ellos escribían sin esperar su publicación y ahora todos esperan el aplauso virtual y colectivo. De ahí las razones de este diccionario que además de riguroso y divulgativo funciona como compendio de un tiempo que definitivamente se nos escapa.