La era de Ory
Prender con keroseno el pasado
José Manuel García Gil
Fundación José Manuel Lara
570 páginas | 19,90 euros
Ustedes recuerdan la vieja leyenda hindú: los ciegos que palpan un elefante, cada uno por una parte, y creen que el animal se parece a una serpiente, un muro o una columna, según tocaran la trompa, el lomo o una pata. También fue así como la poesía española redujo tradicionalmente la figura de Carlos Edmundo de Ory a unos pocos clichés al tanteo: el hippie inspirado, el niño grande, el genio atormentado, el ácrata impertinente, el maudit… El canon le reservó el purgatorio de los márgenes. Siempre tuvo fieles que lo veneraran, pero también detractores empeñados en ignorarlo muy a conciencia.
Aunque se han realizado valiosos análisis de su obra, faltaba una biografía que mostrara, por seguir la parábola, el elefante completo. Esta es la encomiable labor que ha asumido su paisano José Manuel García Gil con esta primera, y ya casi insuperable, aproximación a la vida y milagros de Ory. Por lo general, la mayor dificultad de un biógrafo es encontrar información suficiente para cubrir lagunas. El reto de García Gil ha sido más bien el contrario, navegar en medio de una ingente masa de información perfectamente clasificada, pues Ory, convencido desde muy temprano de su trascendencia, dejó a los investigadores del porvenir numerosos cuadernos con sus minuciosos diarios, un epistolario ordenado y todos los guiños necesarios en sus poemas para recrear su peripecia vital, sin olvidar alguna que otra pista falsa.
La estructura que plantea el biógrafo es similar a la que el propio Ory trazó en su libro póstumo, La memoria amorosa, con las ciudades que marcaron su vida: Tarsis (su Cádiz natal); Mayrit (Madrid), donde vivió entre 1943 y 1953; Lutecia (París), que lo acogió hasta el 67, con una huida a Rímac (Lima) entre el 56 y el 58; y Picardía, que reúne sus años en Amiens y Thézy-Glimont, donde fallecería.
La influencia de su padre, el poeta modernista Eduardo de Ory; las amistades falangistas y cofradieras de Sevilla, que abrieron su horizonte; el salto a Madrid, a la muerte del padre, con el correspondiente crecimiento de sus ambiciones literarias; el germen del Postismo, el movimiento literario que le dio su primera fama y llegó a convertirse en una pesada etiqueta para él; su baño de bohemia y la grisura franquista, que le asfixió hasta el punto de lanzarlo a su autoexilio en Francia y Perú…
Todo este periplo lo recoge García Gil con precisión de notario, pero sin olvidar poner alma de novelista en su faena. Es por ello que, junto a la abundante información, resultan altamente esclarecedores, y conmovedores, los pasajes en los que indaga en las relaciones familiares, los deslumbramientos juveniles y el drama de arruinar casi siempre sus grandes amistades, el delicado tejido de su matrimonio y su difícil paternidad, el anhelo de reconocimiento y la consciencia de la propia genialidad. Entre las innumerables curiosidades que atesora este volumen, dos interesantísimas: aquel extraño romance juvenil con Gloria Fuertes, condenado al fracaso, y la hermosa amistad con un joven poeta chileno que llegó a España con una mano delante y otra detrás llamado Roberto Bolaño.
Uno de los grandes encantos de Prender con keroseno el pasado —título extraído de uno de los célebres aerolitos de Ory— es que nos brinda una panorámica de la cultura española desde la posguerra hasta nuestros días, con sus exponentes más reconocidos, como Aleixandre, Cela o Cano, y también de sus especímenes más excéntricos, de Cirlot a Nieva. Una cultura que acaso nunca comprendió a Ory, que nunca logró descifrar su caprichosa trayectoria. Entre otras cosas, porque hasta ahora no existía una biografía como esta.