La escuela, en el diván
La hora de clase. Por una erótica de la enseñanza
Massimo Recalcati
Trad. Carlos Gumpert
Anagrama
176 páginas | 15,90 euros
Existe aún la posibilidad de introducir al sujeto en una relación vital con el saber?”. Massimo Recalcati (Milán, 1959) no solo está convencido de que sí, sino de que esa relación pasa por un enamoramiento a través del cuerpo y la voz del maestro. La escuela moderna (o la Escuela, que el autor escribe con mayúscula), cuestionada, debilitada, zarandeada y sometida a criterios de eficiencia y rentabilidad, seguirá siendo una institución útil y central si sabe mantener esa relación. O, dicho con otras palabras: “Donde hay enseñanza auténtica, no hay oposición entre instrucción y educación, entre contenidos cognitivos y relaciones afectivas, entre nociones y valores. Porque la auténtica enseñanza siempre está recorrida por el cuerpo, por la pulsión, al tener como meta más alta la transformación de los objetos del saber en cuerpos eróticos”.
De ahí el título de este ensayo sugerente y lleno de anzuelos: es en la hora de clase donde se produce esa catarsis. No en los deberes, en las formas de evaluación, en las innovaciones pedagógicas o en los textos. Recalcati cree que el sentido de la escuela se resume en esa hora de clase en la que el profesor debe lograr que los alumnos se sientan atraídos por el conocimiento. Un cometido casi imposible: abrir las ventanas a un mundo de posibilidades y libertad dentro de una liturgia cerrada y programada. Es una paradoja que solo puede resolverse mediante el afecto: el maestro seduce con su cuerpo y con su voz.
Recalcati es uno de los más destacados psicoanalistas italianos, experto en la obra de Lacan, a través de cuyos conceptos diagnostica algunos males de la educación contemporánea y propone un planteamiento que ponga en el centro de todo el sistema la relación entre profesor y alumno dentro del aula. La enseñanza ha de ser erótica, en un sentido lacaniano, no sexual. Erótica en tanto que atractiva y capaz de hacer que el alumno se apasione por el saber y lo persiga más allá de esa hora de clase, que en sí misma no es más que una incitación al estudio.
Con el modelo pedagógico surgido de mayo del 68 fracasado, y con la concepción autoritaria y vertical de la escuela ya caduca, Recalcati propone una tercera vía que permitiría al sistema educativo ser significativo en un mundo hedonista e inmediato en el que los placeres lentos, como la lectura, están relegados y despreciados. Esa tercera vía conjuga el idealismo de la enseñanza como apertura a la libertad y como institución socializadora que “desteta” al alumno por segunda vez, al separarle de la seguridad familiar.
El psicoanálisis se emplea aquí como medio para rehumanizar la escuela. Aunque el discurso y la jerga son lacanianos, el fondo es intensamente humanista: “Pensar en transmitir el saber sin tener que pasar por una relación con quien lo encarna es una ilusión, porque no existe didáctica más que dentro de una relación humana”. Una de las metáforas más recurrentes de la obra es la de la “vid torcida”. Una noción clásica de la enseñanza presentaba a los maestros como viticultores que debían enderezar vides que crecían torcidas. Recalcati propone amar la vid torcida, establecer una relación de amor entre alumnos y profesores en los que aquellos no sean vistos como objetos a moldear ni estos como autoridades sin fisuras.
En un momento de debates a menudo histéricos e ideologizados sobre el futuro de la educación, La hora de clase propone argumentos elegantes y sensatos para quienes siguen creyendo en la dignidad del oficio de enseñar y en la necesidad radical de una escuela fuerte. Un libro oportuno y valiente.