La música de la memoria
Cosas que siempre quise contarte
Miguel Ríos
Planeta
364 páginas | 19,90 euros
Para contar y cantar son necesarias cualidades semejantes: poseer una voz inconfundible, disciplinada y firme y tener también mucho que expresar. Miguel Ríos, venido al mundo en Granada en 1944, casi a la misma hora en que los aliados desembarcaban en Normandía, ha estado más de cincuenta años exhibiendo todas las virtudes para reinar en los primeros puestos del rock en español: sensibilidad, estilo, musicalidad, pasión…
Hace dos años, cuando puso fin a su carrera para que las debilidades de la edad tardía no lo sorprendieran en pleno espectáculo, y después de haber vendido millones de copias en medio mundo y haber tocado la cima internacional con temas como la versión del Himno de la alegría, decidió dejar de cantar para centrarse exclusivamente en contar: en contar su vida, sus peripecias personales y artísticas, sus virtudes y sus vicios, pero también para describir el mundo que tuvo enfrente y le salió al paso unas veces con su cara más amable y otras más feroz: el ámbito decadente de una ciudad, Granada, asfixiada por el provincianismo del último periodo de la dictadura; el mundo pedregoso de la industria musical; el de la Guerra Fría; el de los estupefacientes y sus esquinas gozosas y cortantes; los nuevos vientos que preludiaban un cambio de atmósfera política en España; el ambiente de euforia de la Transición, la consolidación democrática y —en ello estamos— la vuelta a la decadencia y a la necesidad de otra regeneración.
Durante año y medio, y con una disciplina metódica, el cantante ha compuesto sus memorias; con letra pero también con música. Es la ventaja que tienen los cantantes respecto a otros autores de autobiografías. Por debajo o por encima del relato de su vida artística, sus periodos de ascenso o caída, de éxitos o fracasos, suena siempre una especie de banda sonora inconfundible (la suya) con aquellos temas que forman parte de la memoria musical común. No ha querido Miguel privar a sus lectores y ha grabado un tema nuevo que acompaña al libro.
Cosas que siempre quise contarte, que se abre con una cita de Antonio Gamero que adelanta el tono desenfadado, pero al mismo tiempo generoso, de lo que viene a continuación (“no le cuentes tus penas a tus amigos, que los divierta su puta madre”), es el resultado de la incursión de Miguel Ríos en el minoritario género memorialístico. Frente a la biografía de encargo tan usual en los artistas musicales de renombre, el cantante granadino ha optado por la memoria personal, por el punto de vista más íntimo, por su experiencia única. Para afrontar el reto eran necesarias al menos dos exigencias: tener mucho que decir y con un buen sentido crítico y describirlo de una manera personal y ajustada. Es decir, haber pasado por el mundo con los ojos abiertos y con un sentido de la moralidad sólido y dotar de personalidad el relato, o sea de de estilo.
Miguel Ríos cumple de sobra con ambos requisitos. Cosas que siempre quise contarte no es solo un compendio cronológico de anécdotas y episodios, sino también un libro reflexivo donde el autor pasa revista a sus debilidades y a sus fortalezas y analiza con intuición certera las diversas geografías que debió recorrer y las circunstancias que tuvo que doblegar. El libro está bien escrito, es ágil, desinhibido, pero sobre todo está construido con un estilo personal en el que la voz de Miguel Ríos, sus obsesiones, sus recursos verbales y, sobre todo, su humor, se deslizan de una manera completamente natural como si fueran parte de su propia música. De forma que entre contar y cantar, entre la historia y su melodía, vuelve a surgir la coincidencia exacta: la plenitud del concierto.