Las energías terribles
Homo Necans
Walter Burkert
Trad. Marc Jiménez Buzzi
Acantilado
528 páginas | 35 euros
De Walter Burkert, benemérito heredero de la gran tradición de la filología clásica alemana —aunque el profesor bávaro ha abarcado asimismo los terrenos de la historia o la antropología— y uno de los máximos estudiosos de la religión griega, hemos conocido en los últimos años obras tan aleccionadoras como De Homero a los magos, La creación de lo sagrado o El origen salvaje (todas en Acantilado) y otras como Cultos mistéricos antiguos (Trotta) o Religión griega. Arcaica y clásica (Abada). A ellas se suma ahora una de las primeras (1972) y en cierto sentido el embrión del que partirían muchas de las inquisiciones posteriores de Burkert, que ha estudiado el sustrato oriental de la cultura griega, sus mitos, sacrificios y formas de religiosidad o el nacimiento de la conciencia de lo sagrado en un pueblo, el de la Grecia antigua, que como dice él mismo —valorando la insólita proyección de ese caudal transmitido durante milenios en una cultura extraordinariamente refinada— ofrece una oportunidad única para investigar los orígenes de las religiones arcaicas, asociados a la biología de la especie.
En este campo hay títulos fundacionales como Los griegos y lo irracional (1951) de Dodds o, en el siglo antepasado, Los orígenes de la tragedia (1872) de Nietzsche, que apuntó al reverso dionisiaco de la religión griega. Pero el linaje de Burkert entronca sobre todo con la Escuela de Cambridge, marcada por el poderoso influjo de obras como La rama dorada (1890) de Frazer, que se atrevió a relacionar —con éxito insospechado entre los lectores no especialistas— los antiguos ritos sagrados de los helenos con los de los pueblos primitivos. Tal asociación, como explicaba Glenn W. Most en su prólogo a El origen salvaje, fue rechazada de plano por los clasicistas alemanes, recelosos ante cualquier planteamiento que cuestionara la singularidad de Grecia y que desde entonces deslindaron en sus estudios las narraciones (los mitos) de los actos religiosos (los ritos). Para Burkert, sin embargo, el mito y el rito no solo “se iluminan mutuamente”, sino que pueden revelar estructuras de alcance universal o lo que Durkheim llamó formas elementales de la vida religiosa.
Como escribía el propio Most, la extrañeza que podemos sentir hacia los mitos o rituales helénicos —asociados a una cultura en otros aspectos tan cercana— ya la experimentaron los propios griegos de la Antigüedad, no solo por lo escabroso de las historias sino también por lo contradictorio y enigmático de un legado que a menudo constituía la única fuente para aproximarse al pasado remoto, siempre nebuloso pero hasta cierto punto más incomprensible para ellos, sus directos herederos, que para nosotros, lejanos sucesores de un orden arcaico que se retrotrae hasta la edad paleolítica. En manos de los poetas o los eruditos, los mitos podían recrearse, interpretarse o ser refutados, pero no había —como ahora o hasta hace no tanto— manera de eludirlos.
De hombres que matan, como reza el título latino, trata este ensayo formidable que se sirve del método comparativo para analizar el tránsito de lo que se perdió a lo que ha pervivido: de los ritos sacrificiales a las representaciones artísticas, de los mitos difusos —”máscaras de lo primigenio”— a Homero o la tragedia, un largo proceso en el que abundan los datos indirectos pero no las certezas, pues más allá de unos pocos miles de años cualquier deducción es una conjetura. El sacrificio, la iniciación en los misterios, el homicidio ritual o las ceremonias de purificación encubrirían esas “energías terribles” a las que se refirió Nietzsche, más o menos reprimidas y encauzadas. Venimos de ahí y nunca hemos renunciado del todo —”en el corazón de la religión acecha, fascinante, la violencia sangrienta”— a ese oscuro pasado que en estas páginas esclarecedoras revive con trazos borrosos, a la media luz de verdades cruciales pero apenas intuidas.