El libro tras la máscara
La máscara o la vida
De la autoficción a la antificción
Manuel Alberca
Pálido Fuego
354 páginas | 19,90 euros
Es casi imposible leer cualquiera de los numerosos artículos y dossiers que aparecen anualmente sobre autoficción española o hispanoamericana sin encontrar dos nombres: Philippe Lejeune y Manuel Alberca. El primero es un clásico de los estudios autobiográficos —Alberca lo menciona ya en la cuarta página de La máscara o la vida—, y el propio Alberca es una referencia en los estudios autoficcionales, gracias sobre todo a su seminal monografía El pacto ambiguo (2007), insoslayable para quienes hemos estudiado la escritura del yo sobre esa delgada línea entre la realidad y la ficción. Una línea, la autoficción, que sigue llenando estantes de novedades de librerías, con desigual éxito y no siempre buena literatura.
La máscara o la vida puede leerse, en cierta forma, como la descripción de un cambio de aires en las investigaciones de Alberca, fruto del mismo hartazgo (”me cansa ya la autoficción”, p. 306) que sentimos los lectores de narrativa española contemporánea, saturados de ejercicios de narcisismo disfrazados de autoficción, olvidando que el propósito del subgénero (nominado, que no inventado, por Doubrovsky en 1977) era huir del yo del escritor para llegar a otra parte, en vez de hacer, como es costumbre en nuestros días, el camino inverso. Aunque en algún trabajo anterior (“Finjo ergo Bremen”, 2010), Alberca ya había mostrado cierto desapego ante la moda autoficcional, en este volumen regiamente editado por Pálido Fuego no hace declaraciones, sino gestos claros, al aparcar la autoficción y centrarse en la autobiografía y la antificción, concepto este último tomado de Lejeune, que ampara a un grupo de libros que “han hecho una bandera de la no invención, han renunciado a ella para hacer un relato veraz de la vida. A diferencia de las autoficciones, no buscan mezclar lo vivido con lo inventado ni parecen relatos reales, lo son” (p. 337). En resumen, para Alberca la autoficción es la forma adolescente que eligió la autobiografía para reinventarse en los años 90, y las antificciones son la primera forma madura y original de la autobiografía en este siglo XXI.
Alberca no solo es un fino teórico, también es historiador literario, como muestra su conocida biografía de Valle La espada y la palabra. Vida de Valle-Inclán (2015). Esa vertiente de historiógrafo deja también su huella en La máscara o la vida, a través del estudio de autobiografías y memorias en tres épocas clave de nuestra historia: la crisis finisecular, la “edad de plata” y la posguerra. Su conocimiento del corpus de libros y la arquitectura conceptual bien fijada con que lo aborda no podían más que conducir al acierto, evitando caer en la peligrosa falacia biográfica —intento de explicar la vida de los autores por el argumento de sus obras— gracias a una cuidadosa comparación textual, como cuando demuestra que el relato de Azorín “Fragmentos de un diario” puede ser autobiográfico porque las entradas de ese diario ficticio “corresponden justamente a fechas que faltan en el otro” (p. 88), es decir, en el diario real publicado por Azorín. O cuando encuentra trasvases textuales entre los poemas de Caballero Bonald y sus memorias (p. 245). De lo que es fácil deducir que Alberca seguirá siendo habitual frecuentador de las citas y referencias bibliográficas futuras en estos temas, sin que ello signifique que estamos ante un libro erudito; en realidad, La máscara y la vida es un ameno recorrido por un tema que al lector le interesa como pocos: la condición humana, es decir, él mismo.