Los años negros
París-Modiano
Fernando Castillo
Fórcola
520 páginas | 27,50 euros
Anteriores a los estudios en los que los historiadores cuestionaron el mito de la resistencia generalizada, las primeras novelas de Modiano, agrupadas en la Trilogía de la Ocupación, mostraron a sus compatriotas que una parte no pequeña de los franceses había apoyado abiertamente a los invasores alemanes y colaborado de buen grado con los nazis en la construcción, por fortuna truncada, de la Europa del Nuevo Orden. Obsesionado con un tiempo infausto que no vivió, pero al que debe la existencia como hijo de unos padres aventureros que se conocieron en aquel París engalanado por las esvásticas, Modiano lo ha recreado en muchas de sus novelas o en obras claramente autobiográficas como Libro de familia y Un pedigrí, que aportan claves fundamentales para entender tanto sus orígenes como su mundo narrativo, pero esa recreación, siendo absolutamente fiel a la atmósfera, incluye también datos ficticios, trastocados o solo aludidos, en cuadros siempre borrosos o caracterizados por los contornos difusos. En París-Modiano, definido por su autor como “una quest coral”, Fernando Castillo propone un minucioso y esclarecedor cotejo que alumbra el trasfondo real —personajes, escenarios, referencias históricas o detalles de la vida cotidiana— del que ha surgido una literatura singularísima, a la vez muy exacta y extrañamente imprecisa.
Castillo ya había tratado del padre del escritor, el modesto traficante Albert Modiano, un judío de origen italiano que frecuentaba los ambientes colaboracionistas, en otro excelente ensayo publicado por Fórcola, Noche y niebla en el París ocupado, donde abordaba las “vidas cruzadas” de cuatro personajes turbios —los otros eran Ruano, André Gabison y el siniestro Urraca Rendueles— cuya actividad tenía un doble perfil político —espionaje, delaciones— y delictivo, como por otra parte fue la norma entre quienes formaron parte de la llamada “colaboración económica”, que seguía procedimientos mafiosos y se mezclaba, en distintos grados de criminalidad, con la represión a secas. Castillo también prologó, para la misma editorial, las memorias de Gerhard Heller, el responsable alemán de la censura, un recuento sin duda parcial pero a su modo revelador de la vasta red de complicidades de la que dispusieron los nazis, representados en este caso por un oficial francófilo de maneras amables. Su familiaridad con el periodo, sumada a la que le une a la obra de Modiano, le han permitido escribir este ensayo verdaderamente excepcional, de obligada lectura para los devotos del reciente premio Nobel pero asimismo valioso —muy valioso, porque contiene otras aportaciones no disponibles entre nosotros, entre las que el autor destaca las de Baptiste Roux, Alan Morris y Denis Cosnard— para los interesados en aquella época maldita.
Las oficinas de compra de materias primas, el mercado negro, la temible banda de la rue Lauriston, la brutal persecución de los judíos, las rufianescas condesas de la Gestapo, las diversas policías o grupos paramilitares, todo ese entorno abominable que impregna buena parte de los libros de Modiano aparece aquí descrito tal como fue y ha sido aprovechado por el novelista, que prefiere retratar la podredumbre moral a través no de los personajes principales sino de la gente o la gentuza menuda, casi todos ellos nativos que prosperaron en la ciénaga. El ensayo llega hasta el 68 —la fecha del mayo francés que coincide con el impactante debut del escritor—, pero el grueso del mismo se dedica a los années noires, desde la “derrota agridulce” hasta la liberación, con un capítulo final dedicado a las décadas posteriores a la depuración en el que se presta especial atención a la guerra de Argelia, asimismo presente en la narrativa de Modiano que en este caso —nació en 1945— sí conserva recuerdos directos del conflicto.