Memoria del amor
El invitado amargo
Vicente Molina Foix
Luis Cremades
Anagrama
416 páginas | 19, 90 euros
Nada hay más engañoso que la memoria; nada menos fiable que el recuerdo. Borges, maestro en ficciones, nos hizo estas advertencias al asegurar que todo recuerdo es el recuerdo de un recuerdo, que este se modifica cada vez que lo evocamos. La memoria es tan camaleónica que se transforma cada vez que sale a la luz. Habrían de bastar estas alertas borgianas para desconfiar de todo libro de memorias, de lo engañosa que es la Literatura, de su incapacidad para reflejar la realidad sin recurrir al artificio. Cuánto más si esa capacidad fabulística está al servicio del relato de una historia de amor/desamor, de una corta e intensa relación que, a pesar de su brevedad, marcó indeleblemente a sus protagonistas.
Vicente Molina Foix —novelista, poeta, guionista y director de cine— y Luis Cremades, poeta, nos cuentan a dos voces el romance que vivieron allá a principios de los años ochenta, cuando los dos eran jóvenes y bellos en las páginas de El invitado amargo. Y aclaramos que eran jóvenes y bellos porque es la premisa que dejan sentada en la primera página de su libro: dos fotografías que nos muestran a los protagonistas tal y como eran.
En 1980 todo el mundo era joven, España parecía joven. Quien no lo era, apenas si tiene cabida en El invitado amargo. Hasta Vicente Aleixandre, el premio Nobel octogenario, paseante habitual de estas páginas por la estrecha amistad que mantenía con Vicente Molina Foix, participa de esa juventud y en más de una ocasión se convierte en paño de lágrimas y consejero de amantes despechados. Nada hay más joven que participar de las pasiones, aunque sea vicariamente, las mismas que el autor de Espadas como labios tuvo que ocultar durante buena parte de su vida. Todo el mundo buscaba el amor. O la imagen del amor. Si ese sentimiento tiene normas, las éticas siempre quedaban supeditadas a las estéticas. Se jugaba con el amor, se teorizaba, se escribía hermosamente de él —la base de este libro son algunas cartas que Vicente Molina y Luis Cremades han conservado de aquella época—, pero da la impresión de que sin llegar a conocerlo. ¿Qué buscaban en el amor diferente al propio amor? Todos eran jóvenes: Fernando Savater, Lourdes Ortiz, Luis Antonio de Villena, Umbral, María Zanetti, Enma Cohen, Leopoldo Alas, Juan Benet, Álvaro Pombo… Unos quedan mejor retratados que otros: con Umbral y Enma Cohen, Vicente Molina Foix se muestra especialmente duro.
La extrema juventud de Luis Cremades —entre ambos existe una diferencia de edad de quince años—, la notoriedad literaria de Molina Foix, las distintas vivencias, las lecturas, los viajes, convierte esa relación en la de un maestro con el alumno. Ninguno de los dos acaba de estar seguro, confiado y entra en escena el amargo invitado: los celos. A dos manos, desde dos diferentes puntos de vista, Molina Foix y Cremades novelan su memoria emocional y en cierto modo literaria, y asistimos a las vicisitudes de aquella relación, a los enfados, a las reconciliaciones de un amor de juventud. Pero no nos engañemos: este libro es mucho más. Quienes cuentan ya no son jóvenes. Pasaron los años, los libros, llegó la muerte, la enfermedad… Hay mucho de nostalgia en El invitado amargo, la aceptación de los errores con la certeza de que fue imposible evitarlos. Ambos fueron el amor de la vida del otro. Siempre supieron que eso era así y el lector llega a la conclusión de que no fueron capaces de asimilarlo. Bonita historia de amor que no cuajó, como casi ninguna. Si no fue cierto, no importa demasiado. Si non e vero, e ben trovato.