Museos a medida
La Menina ante el espejo. Visita al Museo 3.0
Luis Bagué Quílez
Fórcola
312 páginas | 22,50 euros
Desde que Simónides de Ceos y Horacio fijaron los principios de la écfrasis y Filóstrato compuso Icones, primer tratado sobre el asunto, palabra e imagen alentaron intereses comunes y estrecharon relaciones con el nexo narrativo más genuinamente poético. Prueba de que la convivencia goza aún de buena salud es la bibliografía generada. Solo en España se han editado, al menos, media docena de títulos en lo que va de siglo, a los que hay que sumar La Menina ante el espejo. Visita al Museo 3.0 en el que Luis Bagué Quílez demuestra conocer al detalle los recovecos de la écfrasis, aunque manifieste no sentirse cómodo con las habituales interpretaciones del término y del dictum horaciano. Por ello, enfocó este trabajo de investigación como “un merodeo en torno a la poética del vacío a la que se asoman la visión artística y la visión literaria en la cultura global”, cuidando de no dejarse atrapar por el horror vacui, tan característico de las representaciones artísticas, que él identifica con el desvanecimiento de las obras en la memoria personal.
El ensayo se estructura igual que un museo. Hay una colección permanente de pintura distribuida en nueve salas y una instalación temporal que ocupa tres salas cinematográficas. Por lo general, cada capítulo se centra en una pieza y reúne críticas artísticas y fragmentos de textos literarios. Así, Hopper, Joyce Carol Oates y Mark Strand comparten espacio; Schwob y Neuman acompañan a Uccello, “el primer pintor surrealista”; Velázquez posa para Blas de Otero y Aleixandre; John Ashbery se alía con el Parmigianino, en la mejor simbiosis de todas; Chagall pasea con Cendrars y Guillén; Auden y Ovidio reflexionan sobre Brueghel, “carroñero de la gracia”; Brassaï y Neruda visitan el taller de Picasso; Magritte va del brazo de Pascal y Jorie Graham. En los cines se proyectan Jennie, Vértigo, La bella mentirosa y La piel que habito, cuatro retratos femeninos enmarcados entre la apariencia y la fantasmagoría, y El sol del membrillo o la imposibilidad de atrapar la naturaleza y, por extensión, la realidad, proteica y finita.
La Menina ante el espejo combina erudición e imaginación, rigor con desparpajo. Algunas digresiones juegan contra la calidad del discurso —“Cosas que hacer en un Hopper” y “Receta para escabechar una perdiz” son prescindibles—, pero se trata de casos aislados que no enturbian un libro recomendable sin reservas cuyos logros ondean como coloristas banderas. A destacar, las conversaciones entre la joven de la perla, la lechera y Vermeer, cóctel de giros coloquiales con citas cultas, y sobre todo la que mantiene la derelitta con su autor (¿Botticelli, Lippi?). Magníficos los comentarios a Las meninas, Paisaje con la caída de Ícaro, Autorretrato en un espejo convexo y el “abrigo” de Pascal. Otro acierto es la inclusión del cine: ut cinema poesis. Si “el arte es la aventura de la metamorfosis”, ahora se abre la posibilidad de abordar la écfrasis a base de apuntes de taller, aforismos y microensayos arropados por escogidas referencias bibliográficas. Las obras maestras del arte generan preguntas y esta menina nos pone ante el espejo de las respuestas.
El museo que soñó André Malraux en 1947, compuesto por fotografías de las obras de arte de todos los tiempos, es hoy factible. Sus salas son archivos con imágenes en alta resolución descargadas de las webs de los mejores museos, un grandioso contenedor virtual que justifica el subtítulo: Visita al Museo 3.0. Luis Bagué ofrece las piezas de un mecano artístico y literario y unas sencillas instrucciones de montaje. El discurso expositivo es ya cosa nuestra.