Pensar el feminismo
Monstruas y centauras. Nuevos lenguajes del feminismo
Marta Sanz
Anagrama
132 páginas | 8,90 euros
Quién iba a adivinar esta metamorfosis radical? ¿Cómo imaginar que tras el 8 de marzo de 2018, la carta de las intelectuales francesas, el movimiento Me Too y la célebre sentencia de La Manada el concepto de feminismo iba a ser escrutado con minuciosidad de entomólogo? ¿En qué punto exacto de este marasmo nos encontramos hoy? La lucidez extrema de Marta Sanz se pone al servicio de todas estas cuestiones en un extraordinario ensayo publicado por Anagrama y titulado Monstruas y centauras. Nuevos lenguajes del feminismo.
El libro comienza con la explicación del origen del texto: “Estas páginas nacen del desconcierto que provoca la saturación informativa. Estoy expuesta a tantas fuentes que ya no sé casi nada”. Y, en efecto, toda la escritura de Monstruas y centauras está atravesada por la lectura de numerosos artículos que se publicaron en los meses de febrero y marzo de 2018 en algunos periódicos, pero también de otras muchas obras —ensayos, novelas, películas, canciones— que sirven, como dice la propia Sanz, como “balizas” y “puntos que se señalan en el mapa del tesoro”. Algo de cartografía contiene este libro trazado en tres partes: realidad: 8 de marzo; la respiración consciente: inspirar, espirar, dudar; representación: máscara, carne, escrutinio, lectura.
“Estoy contenta por ir a la manifestación con mi compañera de instituto porque, para nosotras, más allá de reivindicaciones compartidas, manifestarnos juntas constituye un acto de memoria”, escribe Sanz a propósito de su experiencia en esta huelga histórica. En mitad de esa efervescencia social y política, su amiga Elvira —a la que dedica el libro: “Para Elvira, la centaura más valiente que conozco”— le cuenta una historia familiar de injusticia que protagonizan tres generaciones de mujeres. La autora se desconcierta al escuchar una historia así (familiar) en un lugar como ese (el espacio más enorme de reivindicaciones y luchas feministas que se recuerda). Pero advierte: “Porque lo personal es político”. Y estirando ese lema con firmeza Sanz afirma que las mujeres “debemos recolectar nuestros relatos y a la vez aprender a releer los relatos de los hombres con los que nuestra mirada y nuestra voz han sido alfabetizadas”. Y eso es precisamente lo que hace Sanz: recolectar textos de Sara Mesa, Edurne Portela, Virginie Despentes, Mary Beard o Elvira Lindo, entre muchísimas otras.
Asuntos como el auge del ecofeminismo, del feminismo soft (“Un feminismo que no mete mucho ruido o que mete mucho ruido sin producir muchas nueces. Un feminismo espectacular que sale en todos los periódicos porque aspira a cambiarlo todo sin que nada cambie demasiado”), el feminismo obrero, las estrellas feministas (“Viva Emma Watson”) o el papel del feminismo en la lectura e interpretación de las obras artísticas (“Si Allen cometió un delito, que lo juzguen, pero no quiero pasar por la trituradora Annie Hall ni Misterioso asesinato en Manhattan ni Match Point”) cruzan por este texto que no está exento del sarcasmo —marca de la casa de la autora— ni de ese poso de amargura que dejan la mayoría de sus libros.
La escritura de Sanz es tan certera como descarnada. Los pliegues de su pensamiento y la asunción de un movimiento que la autora entiende como heterogéneo y dispar se engarzan a través de un lenguaje que no solo no es inocente, sino que se reviste de trascendencia. “Representar el mundo es una manera de construirlo, de intervenir en él”, escribe Sanz hacia el final de un libro que, indudablemente, impacta en la sociedad que lo ha inspirado.