Planeta Verne
La tierra de Jules Verne
Eduardo Martínez de Pisón
Fórcola
400 páginas | 24,50 euros
Geógrafo, escritor y montañero, Eduardo Martínez de Pisón (Valladolid, 1937) tiene un amplio currículo como especialista en Geografía Física, pero su reconocida trayectoria académica no agota el perfil de un hombre inquieto, modelo de científico humanista, que defiende el contacto directo con los paisajes que estudia, se ha distinguido como referente de la conciencia ecológica y ha publicado en los últimos años varios títulos en los que comparte su pasión viajera e intereses que no se reducen a los límites estrictos de su disciplina. La misma editorial, Fórcola, que ha dado a conocer algunos de ellos —El largo hilo de la seda: viaje por las montañas y desiertos de Asia Central (2011) o Imagen del paisaje: la Generación del 98 y Ortega y Gasset (2012)—, acoge ahora La tierra de Jules Verne, un ensayo que muestra de modo ejemplar las virtudes de las obras de divulgación cuando no son el resultado de un empeño rutinario.
No es un libro de crítica literaria ni pretende analizar a fondo la obra de Verne, sino en particular sus libros de viajes y aventuras, atendiendo a los pasajes descriptivos relacionados con la geografía, a las fuentes en las que pudo inspirarse y al grado de conocimiento que los contemporáneos del XIX —el siglo de las exploraciones, la edad de oro de las sociedades geográficas— tuvieron o fueron teniendo de un mundo que desvelaba sus últimos secretos de la mano de audaces expedicionarios, hombres de ciencia que lo eran también de acción y cuyos trabajos, seguidos por un público sediento de épica, se narraban en las crónicas de un modo entusiasta, más o menos condicionado —hélas— por la retórica colonialista. En este culto a la aventura personificado en la figura del descubridor, héroe moderno consagrado a reconocer e iluminar las antiguas tierras incógnitas, radica buena parte del éxito popular de Verne, de quien Jean-Yves Paumier, citado por Martínez de Pisón, afirmó que se había impuesto la labor de describir “la Tierra entera como una novela”.
El libro se abre con una disquisición general sobre las “Geografías fantásticas”, continúa con un recuento del “sistema de mapas novelescos” que conforman el “Planeta Verne” —la expresión ya aparecía en el título del prólogo de Martínez de Pisón a un viaje novelado del francés, Claudius Bombarnac, corresponsal de ‘El Siglo XX’, también editado por Fórcola— y dedica la mayor parte de sus páginas a recorrer los “lugares de la aventura”: polos, mares, islas, montañas, cavernas, volcanes, ríos, bosques, estepas, desiertos, caminos, ciudades, vistas aéreas —incluidas las de la luna o los cometas— y los inaprensibles paisajes del futuro. La mera enumeración da una idea de la variedad de escenarios recogidos en la geografía verniana, que mezcla los territorios reales con los inventados y nos devuelve la imagen, parcialmente fantástica, de un tiempo de “sabios y sueños” que sigue seduciendo por su formidable potencia evocadora.
“El saber geográfico —afirma y demuestra Martínez de Pisón— no tiene por qué ceñirse a lo corriente y excluir lo maravilloso”. Tampoco tiene por qué ser expresado de forma árida ni responder por fuerza a un afán sistemático, cuando sale del ámbito de la investigación para buscar la compañía del lector común. Sumadas a la familiaridad con las obras de Verne, a la precisión de las observaciones geográficas —es fundamental, nos dice, visualizar las evoluciones de los personajes sobre el mapa— y a un enfoque abarcador que pisa el terreno de la historia cultural, hay muchas lecturas detrás de estas páginas, pero si por algo destaca el discurso felizmente digresivo del autor es por su amenidad, siempre bienvenida. A veces son los críticos no profesionales los que mejor entienden que el imperativo de todo comentarista —si parte, como es el caso, de la gratitud— no puede ser otro que incitar a la lectura.