Renzi cuenta a Piglia
Los diarios de Emilio Renzi
Años de formación
Ricardo Piglia
Anagrama
360 páginas | 21,90 euros
Al publicar la primera entrega de sus diarios, Ricardo Piglia ha preferido atribuírselos a su alter ego Emilio Renzi. Como sabe cualquier lector de Piglia —cuyo nombre completo es Ricardo Emilio Piglia Renzi—, Emilio Renzi es un personaje que ha aparecido a menudo en su narrativa. De todos modos, Renzi es un personaje ficticio, y estamos hablando de unos diarios personales que cuentan la experiencia real de los “años de formación” de Ricardo Piglia, entre 1957 y 1967, desde los 16 hasta los 26 años. Cuando empiezan los diarios, Renzi (o Piglia) es un adolescente que ha de dejar la casa familiar de Adrogué para irse a vivir a Mar del Plata. Y cuando terminan, Renzi es un joven escritor que vive a salto de mata y tiene un sinfín de amoríos que nunca terminan bien y que acaba de publicar su primer libro de relatos.
Ahora bien, el recurso narrativo de atribuir los diarios a un alter ego tiene sus riesgos, porque la primera persona se ve usurpada a menudo por una tercera persona que introduce una anómala lejanía en un texto que debería resultar muy cercano. Pero es evidente que Piglia aceptó encantado el reto. Ante todo, porque quería jugar con las posibilidades de mezclar realidad y ficción, y estos diarios incorporan relatos inéditos y también interpolaciones añadidas muchos años después, incluso en 2012, cuando Renzi (o más bien Piglia) ya empieza a presentar los síntomas de la esclerosis múltiple que le aqueja ahora. Y también porque Piglia supo desde un principio que hablar de sí mismo era hablar de otro: “He entrado en mi autobiografía cuando he podido vivir en tercera persona”, dice Piglia —que ya era Renzi— en una entrada del año 65.
El lector tiquismiquis —y todo buen lector lo es— puede llegar a pensar que Piglia abusa un poco de los arabescos metaliterarios. Pero cuando estos diarios atrapan la vida que vive Renzi —y que a él le parece gris y sin ninguna importancia—, estas páginas cobran el vuelo majestuoso de la gran literatura. Y así aparece la tristísima historia de amor con una chica, Lidia, que va a casarse con otro hombre. O ese día de 1963 en que Renzi escuchó el primer single de los Beatles. O los delirantes paseos en coches robados con su amigo Cacho, una especie de ladrón existencialista que años más tarde le inspiraría Plata quemada (1997). Y no hay que olvidar los cameos de algunos de los personajes más importantes de la intelectualidad argentina de los años 60, desde Rodolfo Walsh a Haroldo Conti. Y el lector siente al verlos discursear tan tranquilos en estas páginas ese raro escalofrío que produce la gran literatura, porque la dictadura militar hará desaparecer a muchos de estos personajes solo diez años más tarde.
Contra lo que pueda parecer, el gran personaje de esta primera entrega de los diarios de Emilio Renzi no es el propio Renzi, sino otro Emilio Renzi, el abuelo paterno del escritor, que vivía obsesionado por su colección de cartas y recuerdos personales de los soldados italianos que servían a sus órdenes y murieron en la Gran Guerra. Al final de los diarios se cuenta la historia que impulsó al abuelo Renzi —que vivía muy bien en la Argentina— a presentarse voluntario para luchar como oficial en la guerra, una decisión que en cierta forma le hizo perder la cabeza. Como colofón de los diarios, Renzi explica esa extraña decisión a través de la historia de una mujer ya mayor que confunde al joven Renzi con el abuelo Renzi que ella amó muchos años atrás.
Es una historia maravillosa, sin duda, pero que quizá se ha inventado Piglia. Pero eso da igual. Para Piglia —¿o es Renzi?—, narrar es “tirarse al vacío y confiar en que algún lector lo sostendrá en el aire”. Y Piglia puede estar muy tranquilo con la publicación de sus diarios. El buen lector lo sostendrá encantado en el aire.