Se está muy solo aquí arriba
Big Time: la gran vida de Perico Vidal
Marcos Ordóñez
Libros del Asteroide
272 páginas | 18,95 euros
Yo le servía el Jack Daniels y le encendía los cigarrillos, y él cantaba con el cigarrillo en la boca, el cabrón”. Esta frase es de Perico Vidal y se refiere a Frank Sinatra, al que está grabando una sesión en los estudios Capitol, en Hollywood, con la orquesta de Nelson Riddle, en 1958. A cualquiera que le oyéramos decir una frase así lo trataríamos de impostor o de bocazas. Pero la frase es cierta. Perico Vidal no mentía. Quizá exageraba un poco o alteraba un poco las cosas que contaba, pero no era un impostor. Había estado allí, en los estudios Capitol, sirviéndole el bourbon a Frank Sinatra, igual que había estado con Orson Welles en el rodaje de Mr. Arkadin o había sido la mano derecha del gran David Lean en Lawrence de Arabia y en Doctor Zhivago y en La hija de Ryan, que son tres de las más grandes películas del siglo XX.
¿Quién era Perico Vidal? Si no supiéramos que fue un personaje real, la primera tentación sería considerarlo un personaje de ficción: un personaje, quizá, de una gran novela como es Comedia con fantasmas, de Marcos Ordóñez, aunque perteneciente al mundo del cine en vez del teatro. Pero no: Perico Vidal fue real. Las pocas referencias que hasta ahora existían sobre su vida lo definían como asistente de dirección, y además como uno de los mejores que hubo en España. También se decía que era un gran anfitrión y un gran experto en jazz y en soul. Tenía un ático en Madrid por el que pasaban todos los músicos de jazz y los cineastas importantes que venían a España. Pero estas cosas sólo se sabían entre un pequeño círculo de amigos. Aparte de eso, nada más.
Por fortuna, Marcos Ordóñez descubrió a Perico Vidal cuando escribía la crónica de los años que Ava Gardner pasó en España, Beberse la vida. Alguien le dijo que debería ir a ver a Perico Vidal, porque él sí que sabía cosas de Ava Gardner y de mucha gente más. Y entonces ocurrió el milagro. Marcos Ordóñez localizó a Perico Vidal en 2003 —cuando mucha gente creía que ya había muerto o que ya no vivía en España—, y consiguió grabar una gran cantidad de cintas en las que le contaba su vida. Perico Vidal murió en 2010, a los 84 años, y ahora Ordóñez publica el resultado de sus conversaciones con Vidal, con el añadido de un epílogo protagonizado por la hija de Perico, Alana Vidal. Y si la vida de Vidal da para dos o tres novelas, lo que cuenta su hija Alana también da para una gran novela, sobre todo por los años que pasó cuando era niña con su padre —ya medio arruinado y casi alcoholizado— en una gran casa que pronto iban a embargarles en San Pedro de Alcántara. Porque la vida de Perico Vidal fue envidiable, sí, pero también tuvo su reverso oscuro, como todas las vidas, y este libro no lo oculta. Pero Perico Vidal tuvo la suerte de recuperar a la hija que creía perdida y de descubrir la generosidad inquebrantable de sus buenos amigos, y ése fue también otro de sus muchos triunfos.
Pero lo que de verdad importa en este libro es la vida inverosímil de Perico Vidal. ¿Cómo es posible que llevara la vida que llevó? La respuesta está en el título que Randy Newman le puso a la canción que escribió para Frank Sinatra: “Lonely at the Top”. “Se está muy solo aquí arriba”, decía el estribillo. Lo que de verdad importa en este libro es la vida inverosímil de Perico Vidal, cuya misión consistía en hacer más habitable esa terrible soledad de los que vivían “allá arriba”. Y por eso Perico Vidal estuvo fumando “coyote” con Robert Mitchum en Irlanda o yéndose de farra con la mayoría de músicos de jazz que pasaban por Madrid, o encendiéndole los cigarrillos a Sinatra mientras éste grababa uno de sus mejores discos en Hollywood. Así que muchas gracias, señor Vidal, por habernos dado este libro extraordinario.