Surtido de bombones filosóficos
Figuraciones mías
Fernando Savater
Ariel
144 páginas | 16,90 euros
Un compendio de artículos de Fernando Savater es como una de esas grandes cajas de bombones ante cuya hipnótica revelación de colores, aromas y formas el goloso se queda paralizado, incapaz de elegir por dónde comenzar, si por el de praliné o por el de chocolate, por la promesa de un sabor inaudito o por las rugosidades suculentas de un relleno. Tan suspensos en su duda deliciosa quedan los catadores de bombones (y los lectores del filósofo de San Sebastián) que recuerdan las imágenes de los jugadores de ajedrez, siempre detenidos en el análisis pero a punto de elegir una pieza.
Los artículos de Savater, como las golosinas, deparan placeres efímeros y concentrados, a veces incluso nimios, y por supuesto unos gustan más que otros. No son comidas copiosas ni sistemáticas pero para compensar su escasa duración se presentan en forma de surtido y compiten en no repetir sus virtudes. Eso sí, cada una a su modo, regala al lector la misma sensación de placer renovado y pasmo. Porque una de las virtudes del artículo, género al que Savater lleva dedicado 45 años, consiste en renovar la sorpresa y evitar a toda costa lo previsible, es decir el aburrimiento por repetición de la receta. Para ello, el buen articulista, además de una buena capacidad analítica, cuenta con un aliado extraordinario: el estilo. Gracias al estilo, los (buenos) articulistas se permiten reflexionar sobre el mismo asunto sin agobiar al lector, abriendo nuevas perspectivas y sosteniendo el asombro “aun a riesgo de ser derogados como brillantes —o sea, como frívolos— por quienes consideran que la gravedad no es solo una ley física sino también moral”.
Figuraciones mías, la última caja de artículos de Savater, subtitulada Sobre el gozo de leer y el riesgo de pensar, se abre con un prólogo que es una reflexión y defensa del artículo con todas sus grandezas y limitaciones. Brevedad, brillantez y disciplina son los componentes decisivos del artículo según el autor, al margen del contenido, que es el motor que pone en marcha la escritura de opinión. Savater contrapone el artículo tradicional a las nuevas formas de escritura que ha abierto internet, en concreto el blog, aunque no logra clarificar bien las diferencias, aparte del soporte mismo (papel o electrónico), entre uno y otro, pues no hay ningún problema decisivo para que el articulista, cibernético o no, respete cada una de las máximas que forman parte sustancial del fondo y la forma del género de la opinión.
Una de las virtudes que más agradecemos los lectores de Savater es que los artículos, lejos de agotarse en sí mismos, indagan más allá de su extensión y contenido y remiten a viajes, experiencias o lecturas sucesivas. En ese sentido, siendo los suyos artículos de papel, cumplen de sobra la misión más característica de los textos electrónicos, la multiplicación en otras fuentes o, dicho en la jerga de internet, la dispersión a través de hiperenlaces, con la única salvedad que el libro de Savater remite a otros libros y los artículos virtuales a otros soportes virtuales.
Por lo demás, los artículos de Figuraciones mías son variados y deliciosos, desde la ternura de las reflexiones ante la tumba sobria donde descansa su maestro Cioran y su esposa hasta las variaciones sobre el fútbol (la primera, dice, que ha escrito en su vida), pasando por un elogio del Infierno o del censor como guía de pervertidos felices. Desde astutas reflexiones educativas, como la que reivindica el cachete en “la ocasión y el momento adecuado” como instrumento persuasivo, a la insólita relación entre Diderot y Dickens con los derechos de la propiedad intelectual.
Como el perplejo goloso ante la caja de bombones el crítico no puede elegir sino llevado por sus gustos. Lo importante es acabar con el entumecimiento transitorio y escarbar gozosamente en el surtido.