Un invierno muy frío
Noches sin dormir
Elvira Lindo
Seix Barral
224 páginas | 20 euros
Hay profesiones que no admiten la introspección —les basta con concentrarse en su trabajo e ir envejeciendo—, pero otras, como la escritura, la requieren, la llevan en su ADN porque de ella depende la madurez de su trabajo y la evolución que ofrezcan sus proyectos literarios a lo largo del tiempo. De modo que es un placer seguir el proceso intelectual de una escritora y comprobar sus avances en ese terreno; observar, por ejemplo, como ocurre con Elvira Lindo, el largo camino realizado desde sus comienzos en el mundo de la literatura adulta, desafiantes y competitivos, hasta su posición actual (“yo he cambiado”, leemos), cuando la conocida autora de Manolito Gafotas ha logrado afianzar su propia voz literaria despojándola de casticismos efectistas para enfrentarla limpiamente a sus demonios interiores —lo hizo de forma excepcional en una obra transparentemente autobiográfica, Lo que me queda por vivir—, a sus inseguridades y en definitiva a su propia biografía junto a un escritor reconocido y admirado como Antonio Muñoz Molina. De hecho, ambos han sabido tejer, con discreción no exenta de coraje, en sus libros respectivos, un espacio conyugal y amoroso único en la literatura española (hay otras parejas de escritores de su misma generación, pero no con ese grado intenso de intertextualidad y empatía literaria). AMM desvelaba el comienzo de su historia sentimental con Elvira Lindo en Una sombra que se va (por poner un ejemplo reciente) mientras ella dispone en sus crónicas urbanas de un cómplice íntimo al que ha sabido integrar con naturalidad, como el compañero fiel de sus andanzas por una ciudad tan libre y solipsista como Nueva York. Nada suena en ninguno de los dos a impostado ni a sentimientos envanecidos. Es la forma en que dos escritores huidos de una España confusa dialogan en sus obras sobre sí mismos y sobre el otro con quien comparten sus vidas, al tiempo que dejan constancia de su buena fortuna por mantenerse a una distancia prudente de nuestro país, tan sacudido por diversas crisis. De hecho Lindo nos brinda en Noches sin dormir una estampa preciosa, la de la pareja, cada uno en su estudio, afanándose en escribir en sus respectivos diarios, en una tarde invernal y solitaria, de frío neoyorquino.
La obra es continuación de Lugares que no quiero compartir con nadie, ambas mantienen una unidad estilística y narrativa, permanecen ancladas en Nueva York como espacio vívido y articulan una sensibilidad capaz de pasar la mano por los puntos más vulnerables de la autora. Como el anterior, ambos libros tienen un carácter fundamentalmente escénico en su construcción (y un punto reiterativo), moviéndose de una imagen a la siguiente, de una estampa a otra del Upper West, su barrio. Aunque Noches sin dormir tiene un carácter más cerrado, debido a su alcance testimonial: la autora nos anuncia que 2015 es el último invierno que el matrimonio pasa en Nueva York después de once años de residencia. La frialdad congénita de la ciudad a pesar de tantos estímulos, la distancia respecto a España, han contribuido, en fin, a cerrar una etapa indudablemente fértil de sus vidas. Así, Noches sin dormir aventura que este sea tal vez el último libro de su autora debido a una creciente aversión a la exposición pública. Espero que no sea cierto y que Lindo siga escribiendo: No dejes de escribir, artista, no te duermas, la carrera continúa. Y los lectores de Lindo queremos acompañarla.