Ángeles de los días
El resto de sus vidas
Jean-Paul Didierlaurent
Trad. Adolfo García Ortega
Seix Barral
248 páginas | 17,90 euros
La limpieza es un arte. Da igual que se trate de cepillar las suelas de los zapatos antes de entrar a la residencia de Ghislaine de Montfaucon para jugar al scrabble; de la casa de Marcel Mauvinier al que le gusta tender la trampa de un billete de 50 euros olvidado en cualquier parte; del piso de Madeleine Collot antes de que se escape a comprar chucherías; del hogar del matrimonio Fournier donde el amor se mantiene a flote entre la generosidad y el apoyo, o de la vivienda del alegre Samuel Dinsky que esconde el número violeta de su brazo y un preocupante futuro. En cada uno de los cinco micro universos domésticos gobierna la deliciosa Monelle, encarnación de Campanilla y la Amelie de Jean Pierre Jeunet que mantiene en orden la higiene sentimental y psicológica de la vejez de sus pupilos. Sus tutelares idas y venidas entre sus frágiles existencias es una aventura de complicidades y la invisible labor de repartir pequeñas porciones de felicidad cotidiana.
La limpieza de las huellas de la muerte es la ocupación de Ambroise, un minucioso maquillador de cadáveres y de los actores de un grupo de teatro versallesco que se toma su trabajo como el arte de un mago. La última imagen de sus finados no puede ser una máscara, para él consiste en mostrar su alma en paz, natural y auténtica, asomada al sueño de sus rostros. Tan en serio se lo toma que no le importa visitar a menudo a Isabel de Morbieux porque ella desea que él se aprenda sus gestos y la esencia de cada una de sus arrugas para reproducir su vida después de perderla. A pesar de su profesionalidad su especialización provoca el rechazo de su padre, Premio Nobel de Medicina y que la gente lo rehúya.
Ambroise y Monelle, absorbidos por su dedicación a arreglar las enfermedades y la muerte de los demás, no saben que están destinados a coincidir, junto a la abuela Beth con la que vive el tanatopractor, en un viaje de despedida organizado por Samuel Dinsky que los transformará a todos.
Después del éxito de su anterior novela, El lector del tren de las 6.27, la historia surrealista de un amante de los libros encargado de destruirlos para reciclarlos, Jean-Paul Didierlaurent narra con ternura y humor en El resto de sus vidas una minimalista y entrañable nouvelle sobre la enfermedad, la soledad y el abandono de la vejez, la eutanasia y la muerte, y la manera de buscarle a la vida la magia de cada día. Lo hace con la sutileza de una cinematográfica y sensible prosa, en forma de road trip, que huye de trivializar esos conceptos, al igual que las emociones que suscita, sin echar mano de clichés de manuales de autoayuda, dramatismos ni una mirada edulcorada. Su acierto es el equilibrio entre la poesía de los sentimientos y la crudeza de la existencia con el que transmite la humanidad de los personajes. Sus manías y vacíos, su frescura y sus detalles, tanto la de los vivos como la de los muertos, que provocan la sonrisa del lector y suponen un navideño canto de amor a la vida.