Aniquilación a largo plazo
Asamblea ordinaria
Julio Fajardo Herrero
Libros del Asteroide
220 páginas | 16,95 euros
El fenómeno carnívoro y asolador que hemos llamado con simplificación “la crisis” ha inspirado un aceptable número de novelas. No sé si tantas como para hablar con propiedad de la existencia de un subgénero donde se han refugiado todos los relatos de ruinas personales, de consumación de las grandes depredaciones y de los saqueos que ha causado el desperezo mortal del capitalismo. Si aceptamos la idea hemos de admitir que, aunque haya habido notables aportaciones, aún no ha aparecido la novela de la crisis por definición, la indiscutible, aquella que haya condensado ese periodo que ha hecho añicos a las clases medias, ha degenerado los modelos productivos y ha mandado a la miseria a miles de familias y, lo que es peor, ha trastocado el futuro de las generaciones venideras de un modo difícil de determinar. Posiblemente a los creadores aún les falte perspectiva para escribir qué nos ha pasado e identificar cuáles son las consecuencias profundas, las causas menos evidentes y las complicidades solapadas.
Asamblea ordinaria, la segunda novela de Julio Fajardo Herrero (Tenerife, 1979), es una exploración de la secuelas menos visibles de las crisis, aquellas que se confunden con las decisiones cotidianas y el libre albedrío y que en apariencia no guardan relación con la gran esquilmación. Respirar, comer, vestirse, saludar o arrepentirse son actividades inaplazables que en cualquier caso hubiéramos acometido, con crisis o sin ella pero ¿lo habríamos hecho de la misma forma, con el mismo humor o sentido de la solidaridad?
La lección que se extrae del libro de Fajardo es que más allá de la pérdida de millones de empleos, del fracaso de la reacción popular contra semejante sangría, la crisis ha determinado nuestros gestos, las relaciones íntimas o incluso la forma de contemplar un paisaje o de agradecer una ayuda.
Asamblea ordinaria es un libro compuesto por tres historias comunes que se desarrollan paralelamente y que, sin la existencia de la crisis, hubieran seguido teniendo sentido. Solo habrían experimentado ciertas variaciones en apariencia sutiles: la ruptura de una pareja formada por una mujer con una hija pequeña y un desempleado que encuentra en las agotadoras reuniones de los nuevos partidos un fundamento para justificar su fracaso sentimental; la peripecia de un joven sin cualificación que se refugia en la casa de su tía para sobrevivir a las acometidas de un futuro desesperanzado, y la lamentable historia del empleado de una de esas empresas modernas que basan su funcionamiento en el coaching, es decir en la amigable instrucción para el logro de objetivos compartidos, la confianza mutua y la llaneza en las relaciones.
Ninguna de las tres historias está determinadas por el derrumbe económico o, al menos, no de una forma directa. Cabe incluso aceptar que sin la crisis la pareja tampoco hubiera resistido una convivencia impostada mucho más tiempo o que el fracaso del moderno empresario se habría consumado igualmente.
La tesis de Julio Fajardo es que las transformaciones originadas por la crisis tiene más que ver con la percepción del mundo, con la idea que tenemos de nosotros mismos, con el modo en que nos juzgamos en secreto cada noche, con la moralidad con que afrontamos cada jornada, las veces que nos tragamos nuestra cobardía o incluso con las relaciones de los vecinos de escalera. La crisis ha ido trastocando aspectos tenues, alterando las conciencias o desdibujando la reputación del prójimo. Y también ha puesto en marcha mecanismos de autodestrucción a largo plazo.
Y lo ha hecho con tanto tacto, de un modo tan vaporoso, se puede decir, que pasará mucho tiempo antes de que admitamos que nos ha convertido en otros seres completamente diferentes.