Apuesta por el misticismo
Anoche anduve sobre las aguas
Irene Gracia
Pre-Textos
178 páginas | 13 euros
Existe en nuestra narrativa actual un impreciso grupo de narradores emparedados entre otros dos bien definidos. Por una parte están autores de obras descaradamente comerciales y de nula voluntad literaria. Por otra, escritores de calidad bien respaldados por sellos editoriales prestigiosos y de gran presencia en el mercado. El primer grupo señalado lo forman novelistas también de calidad cuyas obras peregrinan por pequeñas editoriales, apenas se les promociona y obtienen a lo sumo esporádico interés crítico con motivo de alguna nueva obra. En suma, no logran ni un nombre consolidado ni un perfil claro en el variopinto panorama de nuestras letras presentes. Entre ellos —y son muchos— figura una escritora madrileña ya veterana, también pintora, Irene Gracia, con media docena de novelas y varios libros de relatos en su haber.
Que Irene Gracia es dueña de un mundo singular, distinto de casi todo lo que se hace entre nosotros, se corrobora en Anoche anduve sobre las aguas. Dentro del rasgo fundamental de la obra, el tratarse de una narración de inquietantes y nada explícitas observaciones acerca de la vida, lo cual la sitúa en una órbita difícil de concretar, su diseño es bastante claro. Un prefacio y epílogo de muy pocas páginas refieren casi telegráficamente una rara anécdota emplazada en Venecia. Dos primos, Bruno y Ulla, traman la degradación moral y la entrega al Maligno de una chica, Elisa, por quien el hombre siente una pasión irrefrenable. Elisa escapa en avión y al llegar a su destino se esclarece la dura vivencia de los últimos días. En dicho paréntesis se acoge una fábula visionaria con los mismos protagonistas —o, para ser exactos, con personajes que llevan idéntico nombre— que la anécdota cotidiana señalada. El libro tiene, pues, la estructura de la novela dentro de la novela.
Tal fábula responde a una ideación sumamente curiosa. Se trata de un cuento infantil plagado de horrores que serviría para mostrar en un ejercicio escolar los actantes y funciones descritos por Todorov en su ensayo clásico sobre la morfología de los relatos populares. Pero este esquema básico se entrevera con insólitos materiales: la imaginería espectral del goticismo romántico, las provocaciones de la literatura maldita, los delirios surrealistas, la mitología caballeresca, los ritos de las misas negras y el satanismo, el pacto mefistofélico y la relectura impía del evangelio cristiano se disuelven en esta poética historia. Su protagonista, Elisa, es una chica virginal a quien se recluye en un convento para preservarla del mal. Un noble signado por la maldad se empeña en pervertirla para redimir su inclinación genética y Elisa padece infinidad de vejaciones. Las anécdotas confluyen en el epicentro argumental de donde toma título abreviado el libro, “Anoche anduve sobre las aguas para fornicar con Satanás”, y en el que se consuma la travesía del infierno de la chica.
Una imaginaría culturalista bien troquelada por intuiciones visionarias de corte poético producen una atrevida aproximación a las zonas de sombra de nuestra especie, los secretos de la mente, los arrebatos genesíacos, el dolor, la muerte y el mal. Una leve trama de suspense aporta un factor muy narrativo, con lo cual se soslaya el peligro de la abstracción. Al final, la novela apuesta por ver el mundo desde una perspectiva espiritualista. Los problemas materiales que hoy tanto y con tanta razón nos agobian no restan legitimidad a la inclinación hacia el misticismo, subrayada por los versos finales de Juan de la Cruz, que inspira esta intensa fábula contracorriente de Irene Gracia.