Brik, Vries, Friso y Hitler
La república
Joost de Vries
Trad. Julio Grande
Anagrama
304 páginas | 19,90 euros
Hasta con ocho interpretaciones distintas, envueltas en signos de interrogación, sacuden los editores desde la contraportada al lector sobre los significados de esta novela jocosa de Joost de Vries, un autor (debutante en castellano) nacido Alkmaar (Países Bajos) al que la crítica ha saludado como “el mayor de los talentos”, además de irónico, posmoderno e intelectual. ¿Demasiadas cosas? La relación de virtudes va a depender de la capacidad connotativa del lector y de su sentido del humor.
El argumento del libro no puede ser más extravagante: Brik, un excesivo y respetado profesor experto en Hitler, que atrae a decenas de estudiosos de universidades de medio mundo que acuden como falenas a la luz de su ciencia, fallece repentinamente en un hotel lo que desata entre sus más conspicuos colaboradores (Friso de Vos y Philip de Vries) un sordo desafío para heredar su extravagante cátedra. Josip Brik, el perezoso y plenipotenciario maestro, antes de fallecer, ha dedicado su talento a elucidar cuestiones tales como cuántas personas se llaman Hitler en el mundo y por qué; las razones que asisten al Frente de Liberación del Brazo Derecho (que trata de manumitir de las cadenas ideológicas al saludo nazi) o los secretos que aún esconde la parafernalia del ejército alemán en manos de anticuarios y coleccionistas.
La república es una novela intelectual, es decir, una especie de partida ajedrez plagada de referencias, sacrificios posicionales y gambitos de dama que tiene como finalidad advertir de las manipulaciones interesadas de la Historia mediante un indudable aliento nabokoviano. Es una sátira sobre el mundo de los departamentos universitarios, sobre la inanidad de ciertos ramas del saber o un simple juego erudito que pretende denunciar la impunidad con que la extrema derecha europea está insuflando vida, como si fuera un ejercicio académico, a las inclinaciones perversas que animaron la ideología nazi.
No es un relato realista ni nada semejante, sino una especie de parábola desfigurada por el sarcasmo sustentada en múltiples fintas especulativas en el que participa, como autor y como actor, el propio Joost de Vries que presta su apellido al discípulo que, aprovechando la muerte del maestro, construye una herencia tan ostentosa como falsa para ganar el puesto de sustituto. “Yo soy Friso”, dice el supuesto heredero intelectual de Josip Brik. “¡Ya lo sé!”, repone su oponente, el llamado Philip de Vries, que no está dispuesto a perder su ascendencia sobre el maestro muerto. “Friso de Vos. También de Brik”, insiste el primero. A pesar del recurso a los sobrentendidos o a la aliteración, a la crítica feroz y a la complacencia en el absurdo, De Vries (el autor, no el alumno aventajado de Brik) trata de contener su sarcasmo para que el relato no caiga en la superficialidad y la sátira contra Hitler se transforme en una comedia posmoderna. Y, sobre todo, para lograr que la novela sea una denuncia contra el uso parcial e interesado de la Historia contra un revisionismo que trata de aliviar la sombra del monstruo y del que se nutren sus novísimos herederos.