Carpe diem
Dorados días de sol y noche
Luis Antonio de Villena
Pre-Textos
486 páginas | 32 euros
La polifacética y caudalosa escritura de Luis Antonio de Villena contiene abundantes materiales biográficos. Los ha ido utilizando en obras de diverso género. Memorias limitadas a episodios concretos de su vida —el servicio militar, la educación escolar, los campamentos falangistas de la OJE y momentos de su experiencia literaria hacia 1975— se encuentran en Patria y sexo, en Mi colegio y en Los días de la noche. El ensayo Lúcidos bordes de abismo se sostiene sobre el trato personal con los Panero. Y la novela Madrid ha muerto bebe en sus andanzas en la “movida” madrileña. Así que no fue algo sobrevenido que desembocara en unas memorias orgánicas con El fin de los palacios de invierno (2015), rescate de infancia, juventud e historia familiar hasta 1973. Las continúa ahora una segunda entrega, Dorados días de sol y noche, que se extiende por su madurez vital, si bien no la apura y se abre a un posterior recuento a partir de 1996.
Durante este casi medio siglo último, Villena ha tenido un lugar destacado en la vida literaria española. Los nombres que ha conocido y los hechos en los que ha intervenido o presenciado aseguran un interés noticioso a sus recuerdos, que presenta en capítulos casi independientes aunque siguiendo un orden cronológico. Dar fe de esa experiencia es una línea de las memorias. Otra de igual importancia se suma a ella: los hábitos de la minoría gay desde los tiempos de clandestinidad y represión. Es más, esta segunda condiciona la anterior y la mayor parte de las evocaciones están subordinadas a ella. Ese pie forzado, que termina por resultar monótono, hace que el autor pierda de vista los datos relevantes (ocurre en el Congreso de escritores de Canarias). También que la semblanza de un personaje se haga solo desde una perspectiva sesgada, e incluso que se privilegie algo secundario a partir de una simple conjetura (sucede con el periodista y editor Pedro Altares). Por eso la mejor estampa del libro surge cuando la homosexualidad no pinta nada (la de Javier Marías). No quiere esto decir que Villena no sume atractivos y a veces perspicaces retratos (Rosa Chacel, Gil-Albert, Mujica Laínez, Molina Foix, Savater, Terenci Moix…) y animadas viñetas (de la noche y locales madrileños, del mundillo literario).
La vertiente anecdótica con bastante morbo del libro corre el peligro de eclipsar su fondo confesional. Sobre los datos se manifiesta una personalidad de vasto hedonismo dispuesta ante todo a disfrutar al máximo de dos obsesivos determinantes de la vida, los chicos y los libros, o viceversa. Villena se muestra volcado siempre en un perentorio carpe diem que se sostiene en la afición a la literatura y en el placer del cuerpo masculino. Un elitismo social y cultural le lleva a menospreciar lo vulgar, a proclamar como gran don la cultura y a manifestar reiteradamente su condición de esteta. Por eso su autobiografía tiende a la celebración de la felicidad y de los instantes de plenitud en el sexo y el arte, sin que apenas quede constancia del sufrimiento.
La vida, para el dandy Villena, es una múltiple fiesta: de los sentidos, del refinamiento intelectual y de un gran valor moral, la amistad. Solo ensombrece su proclama vitalista el sentimiento elegíaco que la edad acentúa: por la pérdida de amigos debida a la pura ley del paso del tiempo y por los cambios a mal que trae cierta modernidad ignorante, grosera y utilitaria.
Dorados días de sol y noche es un ameno conjunto de reflexiones morales, análisis desinhibido y deslenguado de la pulsión venérea e innumerables detalles indiscretos acerca de mucha gente conocida.