Contarte a ti misma
Basta con vivir
Carmen Amoraga
Destino
320 páginas | 18,90 euros
Carmen Amoraga ha escrito una novela hablada con una especial sencillez narrativa, primorosamente rítmica. Pero cualquiera que haya trabajado la simple trascripción de la conversación espontánea al papel, al texto, sabe de la dificultad que presenta ese lenguaje, aparentemente sencillo, a la hora de hacerse verosímil, natural. Y a la vez, intenso, pero desdramatizado, exento de los énfasis que harían del texto un palabro costumbrista. Aquí las protagonistas cuentan y se preguntan, pero se preguntan a sí mismas y se cuentan. Carmen Amoraga consigue una prosa limpia, directa, a veces desvergonzada, y hasta vulgar cuando quiere, que otorga amenidad a la lectura, que hace creíbles a los personajes en los momentos más y menos disparatados de su expresión, y que no elude la fuerza de una voz interior, a veces la de la irrealidad y el sueño, como si cambiaran de ámbito, pasaran de la cruda realidad en ella o fueran sencillamente materia de reportaje. La narradora, además de ser voz de la conciencia de sus personajes, viene a ser una metomentodo. Porque parece mentira que en una novela como esta, tan conversada por el espacio interior y exterior, y pasando del uno al otro, con sus habilidosos juegos de diálogos, de diálogos sin respuesta a veces, pueda detectar uno de pronto un monólogo lleno de inflexiones en el que se cruzan los diálogos interiores, los viajes del sueño a la realidad, los juegos de la memoria o del tiempo, los tiempos, y si uno se descuida la broma. El narrador omnisciente se entrega a los personajes y escucha sus voces interiores y las transmite, las trastoca o las maneja a su capricho. Y a veces dialogan para poner una puntilla, para dejar algo en el aire, para subrayar alguna cosa con gracia o meter un detallito. Para preguntarse y para contestarse, o para preguntarse y no contestarse, que eso pasa mucho en los diálogos voluntariamente incompletos de esta novela. Y acaso, la mayor parte de las veces, no tratando de esperar contestación. En Basta con vivir habla en ocasiones una y no contesta la otra para seguir hablando la primera. Y si la autora revela una enorme eficacia narrativa en el monólogo y en la voz interior, de un modo muy natural, nada artificioso, en un lenguaje como de pasada, no menos hábil para el diálogo se muestra en estos casos cuando le conviene. Y en el lenguaje de los otros, cuando verdaderamente dialogan y se responden. No crean ustedes que si destaco la eficacia del lenguaje de Basta con vivir, que si insisto en que su valor mayor es su manera tan natural de ser contada, lo cual es, por otra parte, la exigencia primera de cualquier relato, lo hago por el mero capricho que un escritor pueda sentir por la cocina literaria, sino porque, en efecto, sin crimen o con crimen, Basta con vivir es, sobre todo, una historia muy bien contada. Es decir, que los recursos literarios de la autora están puestos al servicio de esa tarea, que puede que sea lo más natural, pero que no solo no es lo que siempre se logra, sino que a veces entre los narradores no es ni siquiera lo que se persigue.
En todo caso, lo doloroso es que el maltrato y la persecución lleve a mujeres como las que habitan estas páginas a un imaginario que no desearon, que la verdad y la mentira en sus luchas construyeran otra realidad desde el dolor y que ellas lo creyeran así. De lo que sí estoy seguro es de que el viento agita mucho la imaginación, y si no que se lo digan lo mismo a Pepa que a Crina, que se vieron sorprendidas por sí mismas, y manejadas por Amoraga, porque la miseria obliga a veces a inventarse otras realidades. O a ser otras. Y en el caso de nuestra autora con eficaz talento.